Primer Congreso Constituyente

ACTAS DEL SENADO EN TRUJILLO 365 do, pierde su verdadera dignidad, y se sujeta a éste como vasallo, o queda incorporado a su territorio como una provincia mere pasiva. Partiendo de estos principios del derecho de las naciones, ofrecí por mi nota de 20 de Junio núm. 1, autorizar de nuevo a dicho General pa– ra cuanto conviniese a la defensa y seguridad del país. Pero tercos los ex-diputados en su mal propósito, me remitieron un decreto al día si– guiente, para que pusiera el cúmplase al ya citado del día 19. Cuando recibí esa nota, varios ex-diputados habían ya vertido contra mí en el lugar de sus sesiones calumnias las mas atroces y groseras. No quiero repetirlas, porque son 1bien notorias a V.E. y al pueblo todo que existía en– tonces en el Callao; pero no puedo omitir que clamaron por mi depo– sición, por mi arresto, y... Tal era el furor que animaba a esos hom– bres indignos del puesto que ocupaban, por desgracia del Perú. Unióse a esto un oficio que remitió el General Sucre a los referidos ex-diputa– dos con copia de la nota que dirigió al Supremo Poder Ejecutivo, re– nunciando el generalato que Je había confiado. Como el expresado Ge– neral se desentendía absolutamente de mi contestación, en que se re– b~ten todos sus supuestos cargos, si es que así pueden llamarse las refle– xiones calumniosas de un General extranjero al Supremo Presidente de la República, creyeron los ex-diputados que no existia entre ambos la mejor armonía, y haber llegado el caso de su reacción contra los sucesos del 28 de Febrero último. Así, olvidados de su deber, y deseosos tan solo de saciar resentimientos personales, decretaron ese cúmplase funes– to, y permanecieron en una actitud amenazadora. Las circunstancias eran bien críticas para el Presidente de la Repú– blica. El se hallaba con toda su familia denb·o del Castillo de la Inde– pendencia a merced del General Sucre. Si se negaba a poner el cúm– plase, se decretaría inmediatamente su deposición, y se haría tal vez efectiva con el mayor desaire de su empleo, y en grave perjuicio del Perú. Si cedía a la necesidad, era de esperar algún remedio posterior ª un mal tan enorme. En tal conflicto, y creyendo inútil por entonces mi sacrificio, puse el cúmplase a ese decreto. Pero inmediatamente protesté contra esa violencia ante el Ministro de Guerra General D. Jo– sé María Novoa, el fiscal de la Alta Cámara D. Manuel Perez de Tudela, Y el Coronel D. Francisco Carrillo y Mudarra, para poner en salvo la dignidad del Perú y su independencia. Ha sido en todo tiempo la pro– t~sta un remedio legal para evitar las funestas consecuencias ~ que as– puan la fuerza o Ja temeridad. Si hubiese existido en el castillo de la Independencia el ejército del Perú, entonces, puesto yo a su frente, ha– bría evitado esa degradación a Ja República, y conservaría i_ntacta _la soberanía; mas rodeado de fuerzas auxiliares, e interesado su ¡efe prm– cipal en sostener Ja resolución de esos ex-diputados, aseguro a V. E.

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