Antología de la Independencia del Perú
16 ANTOLOGIA respectivos destinos; mandaba embargar los bienes de particulares ha– bitantes de ellas; y no contento con esto, quería ejecutar lo mismo, to– mando los caudales de las arcas reales; imponía pena de la vida a los que no lo obedecían; plantaba o formaba horcas a este fin en todos los pueblos, ejecutando a muchos; íSe hacía pagar tributos; sublevaba, con este medio y sus diabólicas ofertas, las poblaciones y provincias, sus– trayendo a sus moradores de lá obediencia justa de su legítimo y ver– dadero Señor, aquel que está puesto por Dios mismo, para que los man– de en calidad de Soberano hasta dejar pasar en sus tropas la inicua ilusión de que resucitaría, después de coronado, a los que muriesen en sus combates; tendiéndoles o haciéndoles creer, que era justa la causa que defendía, tanto por su libertad, ·como por el derecho de ser el único descendiente del tronco principal de los Incas; mandando fundir ca– ñones, como fundió muchos, para oponerse a la autoridad del Rey y sus poderosas y triunfantes armas, reduciendo las campanas de las iglesias y cobre que robó, a este uso; asignaba el lugar de su palacio y el método de su legislación, para cuando fuese jefe universal de esta tierra; .y quería hacer presente su jura a toda esta su Nación, atribuyén– dose dictados reales; como lo comprueba el papel borrador de f. 130 que se encontró en su mismo vestido, que lo convence; se hizo pinta~ y retratar en prueba de estos designios torpes con insignias reales de Inca, Mascapaicha y otras, poniendo por trofeo el triunfo que se atri– buía haber conseguido en el pueblo de Sangarara, representando los muertos y heridos, con las llamas que abrasaron la iglesia de él, y la li– bertad que dio a los que se hallaban presos en sus cárceles; y últimb.– mente, desde el principio de su traición, mandó y mandaba como REY, bajo el frívolo y bajo pretexto de ser descendiente legítimo y único, se– gún va indicado, de la sangre real de los Emperadores Gentiles, y con especialidad del Inca Felipe Túpac Amaru, cuya declaración se usurpó desde luego sin facultad; pues aún en el Tribunal de la Real Audiencia de Lima, donde pendía esta causa, no se le había declarado ningún de– _recho a esta descendencia; antes por el contrario, había fundamentos bien seguros para negárselas, cuyas presunciones de entroncamiento, no obstante de hallarse éste en tan dudoso estado, han hecho tal im– presión en los indios, que llevados de ésto, le hablaban y escribían, en medio de su rudeza, con la mayor sumisión y respeto, tratándole a veces de Señoría, Excelencia, Alteza y Majestad; viniendo de varias provin– cias y rendirle la propia obediencia y vasallaje; faltando en esto a las obligaciones tan estrechas de fidelidad y religión que tiene él y todo vasallo con su Rey y natural; prueba clara y evidente y dolorosa del extraviado espíritu con que se gobierna esta infeliz clase; y también de cuán poco conoce la subordinación y acatamiento debido a la legítima potestad de nuestro adorable 'Soberano, dejándose persuadir maliciosa– mente de los ofrecimientos de este traidor, ingrato y mal vasallo suyo; de quien y de su Real Audiencia de Lima, de su Excelentísimo Sr. Virrey y de mí, fingía que tenía órdenes de ejecutar lo que tan bárbaramente eje– cutaba, y debió no creer lícito el más idiota; fuera de que, en cuanto a sus ofertas no podían ignorar los indios, que los repartimientos o enuncia– do comercio de tarifa permitido a sus jueces territoriales, se iba a qui– tar tan en breve, como ha señalado la experiencia, conmutándoles así esto, como que nuestro respetable Soberano deseaba y procuraba, se– gún ha deseado y procuradó siempre, su alivio; también sabían que las ~bvenciones no las pagan ni han pagado, sino por su propia voluntad, libre y espontá~ea, apeteciendo y anhelando muchos .de ellos mismos
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