Antología de la Independencia del Perú
22 ANTOLOGIA A Berdejo, Castelú, al zambo y a Bastidas, se les ahorcó llanamen– te; a Francisco Túpac Amaru, tío del insurgente y a su hijo Hipólito se les cortó la lengua antes de arrojarlos de la escalera de la horca; y a la india Condemaita se le dio garrote en un tabladillo, que estaba dis– puesto con un torno de fierro, que a este fin se había hecho, y que ja– más habíamos visto por acá; habiendo el indio y su mujer visto con sus ojos ejecutar estos suplicios hasta en su hijo Hipólito, que fue el último que subió a la horca. Luego subió la india Micaela al tablado, donde asi– mismo, a presencia del marido, se le cortó la lengua, y se le dio garrote, en que padeció infinito, porque teniendo el pescuezo muy delgado, no podía el torno ahogarla, y fue menester que los verdugos, echándole la– zos al pescuezo, tirando de una y otra parte y dándole patadas en el es– tómago y pechos, la acabasen de matar. Cerró la función el rebelde Jo– sé Gabriel a quien se le sacó a media plaza; allí le cortó la lengua el ver– dugo, y despojado de los grillos y esposas, lo pusieron en el suelo; atá– ronle a las manos y pies cuatro lazos, y asidos estos a la cincha de cua– tro caballos, tiraban cuatro mestizos a cuatro distintas partes: espec– táculo que jamás se había visto en esta ciudad. No sé si porque los ca– ballos no fuesen muy fuertes o porque el indio en realidad fuese de fie– rro, no pudieron absolutamente dividirlo, después que por un largo ra– to lo estuvieron tironeando, de modo que lo tenían en el aire en un es-: tado que parecía una araña. Tanto que el Visitador, movido de com– pasión, porque no padeciese más aquel infeliz, despachó de la Compañía (1) una orden mandando le cortase el verdugo la cabeza, como se ejecu- tó. Después se condujo el cuerpo debajo de la horca donde se le saca– ron los brazos y pies. Esto mismo se ejecutó con las mujeres, y a los demás se le sacaron las cabezas para dirigirlas a diversos pueblos. Los cuerpos del indio y su mujer se llevaron a Picchu, donde estaba formada una hoguera, en la que fueron arrojados y reducidos a cenizas, las que se arrojaron al aire y al riachuelo que por allí corre. De este modo aca– baron José Gabriel Túpac Amaru y Micaela Bastidas, cuya soberbia y arrogancia llegó a tanto, que se nominaron reyes del Perú, Chile, Qui– to, Tucumán y otras partes, hasta incluir el gran Paititi, con otras lo– curas a este tono. Este día concurrió un crecido número de gente, pero nadie gritó, ni levantó una voz; muchos hicieron reparo, y yo entre ellos, de que entre tanto concurso no se veían indios, a lo menos en el traje mismo que ellos usan, y si hubo algunos, estarían disfrazados con capas o pon– chos. Suceden algunas cosas que parece que el djablo las trama y dis– ponen para confirmar estos indios en sus abusos, agüeros y supersticio– nes. Dígalo, porque habiendo hecho un tiempo muy seco y días muy sere– nos, aquel amaneció tan toldado, que no se le vio la cara al sol, amena– zando por todas partes a llover, y a hora de las doce en que estaban los caballos estirando al indio, se levantó un fuerte refregón de viento, y tras de éste un aguacero que hizo que toda la gente y aun las guardias se retirasen a toda prisa. Esto ha sido causa de que los indios se ha~ yan puesto a decir, que el Cielo y los elementos sintieron la muerte del Inca, que los españoles inhumanos o impíos estaban matando con tanta crueldad. (1) Colegio de los Jesuitas donde estaba el Visitador Areche mirando las justicias.
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