Antología de la Independencia del Perú

32 ANTOLOGIA banzas que en el curso del Elogio hace del linaje y las virtudes de Jáu– regui; alabanzas muy discretas y parcas, si se comparan con las que se habían tributado a los virreyes en los otros recibimientos. Las de Ba– quíjano no p_asan del límite de lo decoroso, y a trechos se advierte en ellas una deliberada sequedad. Si el estilo se mantuviera en la misma altura que la noble introducción, sería la mejor pieza oratoria de la li– teratura colonial; pero el tema, ingrato y pobre, y que por lo vis.to re– pugnaba el orador, lo hace decaer pronto. Como las hazañas de don Agustín de Jáuregui no daban mucha tela, para disimular la escasez del asunto se detiene en la descripción de las batallas en que aquél se halló. Y las tales descripciones resultan infelices y a la vez enfáticas y vulgares, con todos los consabidos recursos de la retórica clásica de co– legio. Además, las letras peruanas se encontraban entonces en un mo– mento de transición entre el gongorismo, que aún subsistía entre noso– tros, y la imitación de los autores franceses; y Baquíjano participa de los defectos de las dos tendencias. Su fraseo es a un tiempo culterano ga– licista, y en sus malos trozos recuerda tanto a don Pedro José Bermúdez ae 13: '!-'?rre como a don ~anuel_ Lorenzo Vidaurre. Con toda la copiosa erud1c10n modern~ y enc1cloped1sta que descubren las notas del Elogio, no había llegado a formarse cabal concepto de la teoría de la división de los poderes, y así llama al Parlamentq inglés: "perpetuo debate de tres di– versos poderes, obstinado siempre en conserv?,r el equilibrio de la autori– dad, quimera en política y aun perjudicial a ella'', y se apoya en una cita de Linguet. Luego agrega: "Inglaterra, émula soberbia de Atenas, centro de las más inexplicables contradicciones, donde por señal de independen– cia se ensangrienta el trono, se insulta al soberano, se adora al criminal, se obedece al vasallo; donde· el monarca corrompe y el poderoso oprime a un pueblo que, ensalzado de libre y feliz, se ve reducido con frecuencia a elegir en la muerte voluntaria el despechado partido de la servidumbre". Por aquellos años se hallaba España en guerra con la Gran Bretaña, y el patriotismo explica las exaltadas opiniones del doctor limeño. Pero por lo general son muy acertadas sus apreciaciones históricas. Aunque ha– bla de las crueldades de la Conquista, reconoce que han sido exagera– das por los extranjeros y que las leyes de Indias pueden considerarse como "un código de humanidad y dulzura". ¿Dónde estaba, pues, el mal? No en las leyes sino en los ejecutor~s. Bien lo deja entender al tratar de una rebelión de indios chilenos que sosegó Jáuregui cuando fue Capitán General de Chile. De aquí toma pie Baquíjano para descubrir la mísera condición de los indígenas y hacer de ella un retrato aplica– cable, no por cierto a Chile, sino al Perú: "Se unían la indigencia a la humillación y al menosprecio. Variaba el año las sazones sin mudar sus suplicios; siempre traba_jando y nunca poseyendo". Inmediatamen– te, como temiendo haber dicho demasiado, añade: "Este retrato falso y criminal sorprende los ánimos, ciegos por el engaño;" pero evidente es la intención que animaba al que decía todo esto cuando aún ardía la revolución en las provincias del Sur; y harto se adivina a quiénes com– padecía y a quiénes acusaba. En todo el Elogio se advierte el propósi– to de embozar y velar un tanto de esta manera las más graves alusiones políticas; propósito muy natural en el que insinuaba en una ceremonia pública lo que ningún criollo osaba murmurar, ni siquiera en conversa– ciones privadas. Alaba a la vez a Guirior y al visitador Areche; mas ¿qué era el siguiente párrafo sino un tiro directo contra la conducta de Areche en los últimos sucesos? "La sangrienta política aconseja que el ultraje ha de tener término, pero no su castigo; que el perdon

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