Antología de la Independencia del Perú

ANTOLOGIA 525 gado pues el ex-presidente Tagle a quedarse en la población del Callao, falleció allí con su virtuosa esposa y casi toda su familia a rigor del hambre y del escorbuto. Sensible es que un escritor español (el general Camba, en sus mem9rias), haya sido el único que alzase la voz para vindicar la memoria de Tagle, injustamente vulnerada por sus enemi– gos, o por los que ignoran los hechos; mientras que en el Perú, no se han dado todavía a luz las pruebas que rehabilitan a uno de sus pri– merus fundadores . José Domingo Cortés, Diccionario Biográfico Americano (París, 1875), pág. 483. Justificación que hace Torre Tagle Elevado dos veces al mando supremo del Perú: mi honor y los intereses de unos pueblos que depositaron su confianza y fijaron sus esperanzas en mi administración, exigen imperiosamente, les mani– fieste la serie de operaciones de mi vida pública, y los esfuerzos que he hecho para establecer la independencia y lograr la libertad de este hermoso país. A las repetidas demostraciones de júbilo que han su– cedido a mis nombramientos, sólo puedo corresponder con la protesta solemne que he hecho a la faz del universo, de sac;rificar mi existen– cia y cuanto tengo de más apreciable por conservar los derechos de los Peruanos; y este voto satisfactorio a mi corazón será aceptado por los hijos del Sol, si se persuaden de que mis sentimientos y acciones se han dirigido constantemente a su beneficio. Hasta ahora me había pa– recido inútil hacer una manifestación de mis acciones relativas a la causa de América: mas pulsado vivamente en mi honor por varios pa– peles que ha dado a luz Don José de la Riva Agüero, sería insensible a mi estimación si confiado en la notoria falsedad de sus imputacio– nes y en el desprecio con que se han mirado en este territorio, omitie– se satisfacer a los habitantes del mundo que no me hayan conocido de cerca. Ni la serie de los sucesos, ni la utilidad personal que sólo pue– den mover a las almas bajas me han decidido a sostener la gloriosa causa de la independencia de América. Un íntimo convencimiento muy anterior a la revolución, que nació y se desplegó en mí a par de las facultades intelectuales, me hacía mirar con indignación desde los primeros años, las vergonzosas cadenas en que tantos hombres dignos de me_jor suerte yacían aprisionados. Ardía mi corazón por romperlas; pero fue preciso tener oculto el volcán que abrigaba hasta que pu– diese ser fructífera su explosión. Yo no había sufrido ningún agravio personal del gobierno es– pañol; por el contrario gozaba de todas aquellas prerrogativas, que acalorando la imaginación del hombre menos fogoso, le habrían he– cho sin duda contentarse con su suerte. Nacido de padres ilustres, ha– bía heredado de ellos pomposos títulos. El inmemorial señorío de Isá– saga, un cuantioso mayorazgo y la cuarta sucesión al marquesado de Torre Tagle, me acompañaron desde la cuna. Se me confirieron grados militares desde el tiempo en que no podía desempeñarlo; y los cargos consejiles parece que me buscaban a porfía. Pero penetrado de que

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