Antología de la Independencia del Perú

ANTOLOGIA 527 ranos; y así me dediqué a la formación e instrucción de este cuerpo, a resta de crecidos gastos y de inmensas fatigas. Esta conducta me procuró que se me hiciese coronel de ejército; lo que me complació so– bremanera, no por lo que era ello en sí, pues para mí se hacía des– preciable todo lo que venía de los españoles, sino porque aumentaba mi influjo y me facilitaba la realización de mis planes. Pero Abascal que 'traslució sin duda el fondo de mis ideas, trató al instante de sepa– rarme de Lima; y no encontrando un medio aparentemente justo para hacerlo, pues jamás habría podido probarme la realidad de mis pen– samientos, procuró con el mayor emp~ño que se me eligiese diputado en Cortes, como se verificó sin embargo de mi repugnancia. Llegué a la península en marzo de 1815: me incorporé en las Cortes; y confir– mado en mis antiguos sentimientos con las luces que difundía esa asamblea, se fue encendiendo más y más en mi corazón ese sagrado fuego del amor a la libertad, que desde tanto tiempo atrás me había acompañado. Fui siempre del partido liberal, porque tan detestables son los déspotas en América como en Europa; y debe declararles la gue– rra donde quiera que los encuentre, todo el que tenga algún deseo de conservar a la humanidad en posesión de sus derechos. Con la vuelta de Francia del ingrato Fernando y con la disolu– ción de las Cortes, me vi en los mayores peligros, del mismo modo que los demás diputados que se habían decidido por la Constitución; y no habría podido salvar de la tempestad en que me hallaba envuel– to, si familias muy condecoradas por su nacimiento, empleos y fortu– na, no hubiesen empeñado todo su crédito y relaciones en defenderme. Aquí debo confesar, que varias personas imparciales y de conocidas luces me instaron a que trabajase por la independencia de América, como único medio de sostener el partido liberal en España . Con el grado de brigadier desde el año de 1815, y nombrado in– tendente de La Paz, partí para el Perú después de haber libertado a varios americanos que estaban presos en el Castillo de San Antonio, habilitando a unos para que pasasen a Méjico, y otros para que se trasladasen a Buenos Aires, proporcionándoles al mismo tiempo los auxilios que necesitaron para propagar las ideas liberales y fomentar la revolución por cuantos medios estuviesen a sus alcances. El 29 de noviembre de 1819, llegué a esta capital, donde habiéndome impuesto de la situación del ejército español, conocí que muy poco o nada po– drían avanzar mis proyectos en La Paz, y me decidí permanecer en Li– ma. El virrey Pezuela me nombró su edecán, y por muerte de D. Juan María Gálvez me propuso para la intendencia de esta capital; lo que no tuvo lugar por haberse conferido a D. Bartolomé Salamanca. En esta época supe que la expedición libertadora próxima a zarpar de Val– paraíso, aunque desembarcasen por el sur, debía establecerse por el norte; y me aproveché de una feliz casualidad que me proporcionó la fortuna en tales circunstancias. Sánchez Lima gobernador entonces de La Paz y muy protegido de Pezuela, solicitó su permanencia en ella; y yo ac– cedí gustoso, con la condición de que se me diese la intendencia de Trujillo~ vacante por haberse concedido retiro a D. Vicente Gil que la obtenía. Hice el sacrificio de cambiar la propiedad del mando de La Paz por el interinario de Truj illo con medio sueldo solamente, por po– nerme en aptitud de cooperar con el general San Martín al desenvol-

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