Antología de la Independencia del Perú
528 ANTOLOGIA vimirnto de sus planes. Llega la expedición a Huaura; me escribe el general de ella, y mi contestación es que trescientos mil habitantes de ese Departamento quedaban libres del yugo español. Hasta este tiempo, mis deseos apenas habían podido expresarse, mis servicios habían sido ocultos, mis tentativas peligrosas y estériles: pero desde el momento en que protegido por el ejécrito libertador, pu– de respirar, me hallé como un río caudaloso que después de haber roto los diques que lo tenían represado, corre impetuoso por el llano, sin que haya obstáculo capaz de contenerlo. Mi espíritu enajenado con la consideración de que podía ya trabajar libremente por la inde– dependencia de mi país quería dar a las ideas liberales toda -la exten– sión de que las creía susceptibles. Quise incorporarme al ejército li– bertador, haciendo que el Departamento eligiese su gobierno con toda libertad; pero los ruegos y lágrimas del pueblo que me apellidaba su li– bert::idor y su padre, me obligaron a reasumir el mando por evitar el descontento general que amenazaba con mi partida. Esta medida fue sólo por el momento; pues luego escribí al general San Martín para que me designase una división, o me pusiese a las órdenes de alguno de sus jefes indicándole que mi inmediación a Lima podía influir útil– mente en los progresos de nuestra causa. El general se negó constan– temente a mi solicitud, y me ordenó permanecer en Trujillo para que le proporcionase desde allí auxilios; previniéndome que si no le soco– rría, le sería preciso reembarcarse, porque el ejército entregado a una epidemia que consumía 16 hombres por día, perecería segura– mente, a no ser que se remediase la falta absoluta en que se hallaba de lo más necesario. Convencido yo de que era conveniente mi per– manencia en Trujillo, convertí todos mis cuidados a llenar las espe– ranzas que el general fundaba en mi patriotismo. Le remití más de dos mil reclutas, un caudal considerable en moneda de oro y plata, pastas de uno y otro metal, ganados, multitud de otros viveres, ropa para vestir la tropa, caballos, inmensa suma de tabaco, botica, y gran cantidad de diversas cosas necesarias para armar y sostener el ejército, hasta ponerlo en el pie de hacer huir de Lima al que la ocupaba. Mientras que el general San Martín permaneció en la costa, no dejaron de amenazar grandes peligros al Departamento de mi cargo. Pezuela de acuerdo con el coronel Tolrrá insurreccionó una gran parte de él; y yo tuve que tomar las medidas más activas, para apagar el fuego que se había encendido . Mandé una ·expedición al cargo de Don Andrés Santa Cruz para atacar el pueblo de Otuzco, y preparé otra a cuya cabeza iba a ponerme si acaso fracasaba aquella. Los enemigos de la independencia fueron derrotados, y fusilados los cabezas; y tuve la satisfacción de entregar el Departamento al general Arenales, li– bre y aumentado con la provincia de Maynas que le agregué, habien– do batido la fuerza española que la guarnecía el teniente coronel D. Juan Valdivieso, a quien dí el mando de la división destinada a este ' objeto. Luego que los enemigos desocuparon la capital, me llamó a ella el general San Martín; y aún no había descansado del viaje, cuando me anunció su resolución de tener una entrevista con el Libertador de Colombia, y que quería delegarme el supremo poder del Estado. Yo
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