Antología de la Independencia del Perú

538 ANTOLOGIA pos de caballería. Siete escuadrones, mandados inmediatamente por el intrépido General Necochea, Comandante General de la caballería se adelantaran a las cinco de la tarde al trote hasta la llanura dond~ estaba el enemigo. El General Canterac, confiado en la superioridad de su caballería, o bien obligado a batirse por no ser desordenado en su retirada, formó tres cuerpos, y por una brillante maniobra, cargó al galope la nuestra por el frente y por el flanco izquierdo. Aunque inferiores en número, e impedidos por la naturaleza del terreno para desplegar, nuestra caballería resistió la carga con el mayor denuedo. El choque de estos dos cuerpos fue terrible, porque ambos estaban sa– tisfechos de su bizarría. Ambos empezaron a acuchillarse, y por el momento ellos arrollaron algunos de nuestros escuadrones, a tiempo que los granaderos de Colombia que formaban la cabeza de la colum– na, y estaban en batalla, estimulados por el heroico ejemplo de su Comandante accidental mayor Felipe Braun, rompieron la izquierda del enemigo. Los Húsares de Colombia al mando . de su coronel Lau– rencio Silva, y el primer regimiento del Perú a las del Señor General Miller, sostuvieron el centro y la derecha. El enemigo empezó a desordenarse, y los nuestros lo cargaron, y lo acuchillaban por todas partes. Sus escuadrones, que poco antes contaban ufanos con destruirnos, dispersos por una inmensa llanura, ofrecían la más completa idea del desorde~. La caballería española fue destrozada y perseguida hasta las mismas filas de su infantería, que durante el combate estuvo en inac– ción, y después se puso en completa fuga. La pérdida del enemigo ha sido la de dos jefes, diez y siete oficiales, y trescientos cuarenta y cin– co hombres de tropa, (*) ochenta prisioneros, más de cuatrocientos caballos ensillados, la mayor parte de sus armas, muchos dispersos, y gran número de heridos. La nuestra ha consistido en cuarenta y cinco muertos, y no– venta y nueve heridos; entre los primeros, el capitán Urbina de gra– naderos de Colombia, el teniente Cortés del primer escuadrón del Perú, y el sargento mayor Lizárraga, edecán del señor General Miller; de los segundos, el señor General Necochea, el comandante Sawbry, el capitán Vargas, y alférez Rodríguez del regimiento del Perú: el alfé– rez Ferrer de granaderos de Colombia, el teniente Allende de grana– deros de los Andes, y el capitán Peraza, teniente Tapia, y alférez Lan– za de Húsares de Colombia. Toda la caballería enemiga ha quedado reducida a un tercio de su fuerza, y su infantería fugitiva ha sufrido mucha dispersión de– jando en el tránsito algún armamento y varios útiles. Ayer debió ser completamente destruído el ejército español, si una tan larga como penosa jornada no hubiera privado a nuestra infante– ría de llegar a tiempo para completar la más brillante victoria, y si la noche, caminos difíciles, y un terreno desconocido, no impidieran haberlo perseguido. (*) La dilatada extensión del campo, y la dificultad que regularmente ofrece al re– conocimiento numérico de los cadáveres un combate de caballería impidieron contar con exactitud los muertos, al tiempo de extender el Parte. Después se reconoció el campo con mayor cuidado, de que resulta la diferencia que se advierte; pudié;;_dose asegurar que aún hay más cadáveres enemigos de los que se han podido puntualizar; pues se han encontrado a dos y más leguas del sitio. cuya esfera es sumament.P- prolongada.

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