Antología de la Independencia del Perú

ANTOLOGlA 541 vido desde Jauja y llegó a Carhuamayo (a 7 leguas del Cerro) el 5 del presente mes, con la intención de atacarnos en detall, ignorando que 1as divisiones de nuestro ejército se habían unido en El Diezmo (7 le– guas al Sur Oeste de Paseo). Situados de esta manera, el Libertador marchó a lo largo de la orilla oeste del gran Lago de los Reyes (ver el mapa de Arrowsmith) para llegar a la retaguardia de los realistas, en la orilla Este, cuya vanguardia se extendía hasta Paseo. Entonces, de pronto, todas las fuerzas de ,ellos contramarcharon pero nosotros los alcanzamos el día 6 por la tarde, dos leguas al Sur de Reyes. 800 de nuestra caballería apuraron el paso, acercándose audazmente, qui– zás imprudentemente, hasta una milla o dos de las fuerzas de Cante– rac, las que se hallaban formadas para la batalla, sobre una extensa planicie. Su caballería, más de 1,000 formados en líneas en columnas de u:h escuadrón cada una y con doble escuadrón en cada flanco, avanzando así: Cada una de las líneas marcadas con tinta, significa un escua– drón de 100 hombres, formados en columna. Al 2do. y 3er. escuadrón del Perú, se les ordenó atacar al ene– migo por el flanco derecho, cuando venía a cierta distancia, sin em– bargo, se hallaban demasiado cerca de nosotros como para que pudie– ra ser realizado aquel movimiento. Después de girar hacia la izquier– da y nuevamente hacia la derecha, cargamos (porque yo estabJl a la cabeza de ellos) DE FRENTE los dos escuadrones, sobre la derecha del enemigo; en el frente de ellos se abrió una brecha, pero los de la retaguardia nos flanquearon, lanzándonos a tal confusión, que nos retiramos a galope, a una corta distancia. En este momento crítico, vino a socorrernos el primer escuadrón (comandado por Suárez) cargando al enemigo en su retaguardia e impidiendo la persecución, dando tiempo así a los escuadrones peruanos en fuga, para que die– ran la vuelta y se formaran de nuevo. Hecho esto, atacamos al ene– migo con nuevo ardor, derrotándolo por último completamente. Los "Granaderos de Colombia" y de Buenos Aires, como también los "Hú– sares de Colombia" llevaban la embestida. Luego les siguieron los dos escuadrones peruanos, que se dispersaron ante el poderoso frente superior del enemigo. Reinaba la mayor confusión y ya se creía que todo estaba perdido, cuando la caballería peruana ganó el día. Es solamente justo, no obstante, declarar, que el mayor Braun, corone– les Silva y Carvajal, al frente de la caballería colombiana, y el tenien– te coronel Brui, al mando de la de Buenos Aires, jamás abandonaron el campo. Al contrario, reunieron un gran número de sus hombres, que se habían dispersado. En verdad, prestaron excelentes servicios, ya que sin ellos, los esfuerzos de los peruanos habrían sido inútiles. El Libertador ha agradecido en térmínos muy lisonjeros a los "Gra– naderos de Colombia" y ler. regimiento del Perú, confiriéndoles -a los últimos el título de "Húsares de Junín" (nombre del campo de bata– lla) SIN PERJUICIO de las recompensas que S. E. piensa concederles después. Los españoles dejaron más de 250 muertos sobre el campo de batalla y 60 prisioneros, retirándose dentro de la más espantosa confusión. Nuestras pérdidas no pasan de 150 muertos y heridos. Entre los primeros, los Húsares de Junín perdieron 29 y de los últimos 40. Mi edecán, Mayor Lizárraga, fue muerto a mi lado. Recibió diez lanzadas. Unas horas antes de su muerte él construía castillos -en el aire, con la idea de visitar Inglaterra, después que concluyera la cam– paña. Sowersby también fue herido y después falleció.

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