Antología de la Independencia del Perú
A N T O L O G I A 543 millas del enemigo y dos noches he dormido con botas y espuelas. A pesar de todo, mi salud está bien. · ¡Dios te bendiga! (firmado) Wm. Miller. NOTA: Después de haber conversado (tomado) a la izquierda, yen– do a paso de trote, con el objeto de ganar el flanco del enemigo, el Libertador, quien estaba al lado opuesto del extenso pantano, me gri– tó con voz muy aguda y clara: "General Miller, ¡a galope, a galope!" Lima, mayo 7, 1860. Esta es una copia de una carta original, ahora en posesión de mi amigo, Sr. Vicuña Mackenna, con algunas correcciones verbales. Lima, 7 de mayo de 1860. Wm. Miller. "Carta de William Miller a su hermano John sobre la batalla de Junín, (Tarma, 9 de agosto de 1824)" en Félix Denegrí Luna, "Junín y Ayacucho en las cartas del Mariscal Miller" en Scientia et Praxis (Lima, 1969-70) Nos. 4-5, págs. 99-103. La Batalla de Ayacucho descrita por el General realista Jerónimo Valdés El Ejército [español] campaba en los parajes que juzgaba conve– niente el Virrey. El General Canterac_, como Jefe del Estado Mayor General, sólo entendía en la distribución interior del campo, puestos avanzados, etc., por lo que el cargo que se hace al segundo en este ca– pítulo, si 10' fuese, debía ser hecho al primero. El país en que se obra– ba era sumamente fragoso y poco poblado; era sobre los ríos de Apurí– mac, Abancay y Pampas, que atraviesan el corazón del Perú, cuya topografía parece haber olvidado el diarista (1) . Por otra parte, los pocos pueblos que había sobre la marcha estaban casi todos subleva– dos,, de manera que el Ejército sólo contaba con las carnes que reco– gían sus partidas y algún maíz o papas que se encontraba oculto o abandonado. Este mal era sin duda grande, pero común a todas las campañas que se hacían en aquellos países; en las del Sur era aún peor, porque cada vaca puede decirse que costaba un hombre; pero al Ejército Real no podían arredrar estas dificultades, de que en Europa es imposible que pueda formarse idea, porque estaba acostumbrado a vencerlas. Lo que sí era propio y particular a esta última fue la des– graciada necesidad de tener que reemplazar las bajas que tuvo el Ejército en las campañas destructoras aunque gloriosas del año ante– rior (y especialmente la que acababa de hacerse contra Olañeta, la más mortífera y desoladora que hasta entonces se había hecho en el Perú) con indios tomados a la fuerza y embebidos en los cuadros sin instrucción ni disciplina, y a quienes era preciso campar en cuadro o (1) El diarista es José Sepúlveda, autor de un Diario Militar, al que se refie1e Valdts continuamente para refutarlo.
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