Antología de la Independencia del Perú
ANTOLOGIA 551 La Batalla de Ayacucho descrita por Manuel Antonio López Todo empezó a tomar un aspecto marcial, los cuerpos fueron inspeccionados por sus Jefes en uno y otro campo, y formando pabe– llones se dispusieron a hacer el desayuno. A las ocho el General Monet, personaje fornido, bizarro, de bar– ba acanelada, bajó a la línea patriota, llamó a Córdoba, conocido y amigo suyo desde la víspera, y le manifestó que habiendo en el cam– po español varios Jefes y Oficiales que tenían hermanos, parientes y amigos en el republicano, deseaba saber si podrían verse antes de la batalla. El General Córdoba le contestó que en su concepto no había inconveniente para ello y que sin duda el General en Jefe lo consen– tiría; y habiéndoselo comunicado al General Sucre, éste dio al punto el permiso para que pasasen a la línea cuantos quisiesen hablar a sus amigos, e hízolo así con suma complacencia, pues la humanidad y la cortesanía lo encontraban en su terreno, lo mismo que la guerra. Fui– mos más de cincuenta, especialmente peruanos, como el Teniente Co– ronel Pedro Blanco y otros, y numantinos o miembros del .Batallón · colombiano Numancia (creado en Barinas por Don Sebastián de la Calzada en 1815, doblado en fuerza en Bogotá por Don Pablo Morillo en 1816, condenando a servir en él a muchos patriotas, pasado a San Martín desde Chancay el 2 de Diciembre de 1820, y bautizado Voltíge– ros por el Libertador en 1823), entre ellos los Sargentos Mayores gra– nadinos Rafael Cuervo, Jefe de día, Antonio Zornosa y Pedro Torres, y los venezolanos Pedro Guas, de Guanare, Antonio Guerra, mara– caibero. Muchos acudieron de curiosos más que de interesados. De– jamos las espadas en nuestra línea, y nos reunimos en el campo neu– tro que la separaba de la española; allí estaban Monet y unos cuaren– ta Jefes y Oficiales; dicho General y Córdoba, los dos Generales de la línea ese día, se pusieron a conversar a solas algo apartados a nues– tra izquierda; nosotros, de uno y otro campo, después que saludaron respetuosamente al General Monet, el Mayor Cuervo y demás numan– tinos y peruanos que lo conocían, avanzamos a buscarnos y dar suel– ta a la cordialidad juvenil, como estudiantes en oyendo sonar la cam– pana de vacación; pero a todos nos ganó en presteza ~l Brigadier es– pañol Don Antonio Tur, interesante joven de alta estatura y unos 34 años de edad, que fue tal ve•z} quien pidió esta entrevista, y se nos aba– lanzó en demanda del Teniente Coronel Vicente Tur, del Estado Ma– yor peruano, hermano suyo y como seis años más joven. Encontrán– dolo al punto, lo apostrofó con tono acerbo: "¡Ay, hermanito mío! cuánto siento verte cubierto de ignominia! " - "Yo no he venido a que me insultes, y si es así, me voy", le contestó Vicente, y dándole la es– palda, ya se iba, cuando Antonio corrió tras de él y abrazándolo llora– ron estrechados largo rato. La misma escena, pero sin reconvencio– nes, pasó entre los dos hermanos Blanco, Pedro, Comandante de un Escuadrón de Húsares de Junín, y el otro, Comandante también de un cuerpo de caballería española, ambos nativos del Alto Perú. . Rafael Cuervo, héroe de la víspera, a la sazón Jefe de día, mozo moreno, delgado y el más espigado de nosotros, pero sobre todo, el tronera más popular del Ejército, afectaba reírse de esas lágrimas, pero su risa era máscara de su emoción; así lo acostumbraba, y creo que nunca logramos sorprenderlo infraganti, excepto una vez, mucho antes de Ayacucho, en que paseando por el campo con un camarada, oyó cantar a unas cuculíes o palomas torcaces ( ?) y se detuvo pregun-
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