Antología de la Independencia del Perú
ANTOLOGIA 553 la de aquel Jefe. Rodeábanlo su Secretario el Teniente Coronel nei– vano Juan Agustín Geraldino, antiguo Oficial patriota condenado a servir en el Numancia, y sus otros edecanes Andrade, el Capitán Pe– dro Alarcón, el Oficial N. García, de Guayaquil, y dos o tres más que ahora no recuerdo. Sucre picó en el acto su caballo castaño oscuro, para recorrer los cuerpos del Ejército, y deteniéndose al frente de ca– da uno, le dirigió una breve arenga en términos oportunos y cultos, como todo lo q1:1e salía de la boca de tan perfecto caballero. Empezando por la derecha, arengó primero al Regimiento de Granaderos, poco más o menos como sigue: "¡Compatriotas Llaneros! Estoy viendo las lanzas del Diaman– te de Apure, Tas de Mucuritas, Queseras del Medio y Calabozo, las de.l Pantano de Vargas y Boyacá, las de Carabobo, las de !barra y Junín. ¿Qué podré temer? ¿quién supo nunca resistirles? Desde Junín ya sabéis que allí no hay jinetes, que allí no hay hombres para vosotros, sino unos mil o dos mil soberbios caballos con que pronto remudaréis los vuestros. Sonó la hora de ir a tomarlos. Obedientes a vuestros • Jefes, caed sobre esas columnas y deshacedlas como centellas del cie- 10. ¡Lanza al que ose afrontaras! ¡Corazón de amigos y hermanos para los rendidos! ¡Viva el llanero invencible! ¡Viva la Libertad!" En seguida al Bogotá. [ ... ] Luego al Voltígeros. [ ... ] De allí al Pichincha. [ . . . ] Al Caracas. [ ... ] Como los cuerpos que constituían la División peruana eran ca– si todos nuevos, y sus nombres en consecuencia no se prestaban, excep– to el de los Húsares de Junín, para distinciones locales ni para pecu– liares reminiscencias históricas, habló a toda la División en un solo discurso más extenso que los Ótros, en el cual señaló honoríficamente como prendas de victoria, a su ilustre y veterano Jefe el Mariscal La Mar, al generoso Miller, a aquel Regimiento de Húsares que a órdenes de Suárez se había inmortalizado "cargando al enemigo en el momen– "to de huir de él si los corazones no eran muy firmes; y decidiendo con "el peso de sus brazos la balanza del triunfo". Recordó a Pichincha, "otra gloria que ya partíamos como buenos hermanos"; aludió al Li– bertador y a la inmensa honra que le tocaba eri representarlo al fren– te de peruanos y colombianos unidos; y en el tono en que el Jefe habla al soldado para inspirarle su fe y persuadirlo de que él no puede ser vencido, dijo: "El gran Simón Bolívar me ha prestado hoy su rayo inevitable, y la santa Libertad me asegura desde el cielo que los que hemos destrozado solos al común enemigo, acompañados de vosotros es imposible que nos dejemos arrancar un laurel". Concluyó dicien– do: "El número de sus hombres nada importa; somos infinitamente más que ellos, porque cada uno de nosotros representa aquí a Dios Omnipotente con su justicia y a la América entera con la fuerza de su derecho y de su indignación. Aquí lo hemos traído, peruanos y colombianos, a sepultarlo juntos para siempre. Este campo es su se– pulcro, y sobre él nos abrazaremos hoy mismo anunciándolo al Uni– verso. ¡Viva el Perú libre! ¡viva toda la América redimida! [ ... J
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