Antología de la Independencia del Perú

560 ANTOLOGIA de sus hombres jugaban a un tiempo, alegremente, dados y vidas, cuando por fin llegó un Ayudante del Estado Mayor qu~ a la voz de ¡arriba, Caracas! lo puso en obra; y más ardua en verdad de lo que él imaginaba, se la había reservado previsoramente el General en Jefe. Aunque el uniforme ímpetu de los tres otros cuerpos, y la segur de Laurencio Silva y sus jinetes parecían haber decidido la jornada en pocos instantes (pues más he tardado yo en contarlo que ellos en ha– cerlo), la División del centro enemigo, la más fuerte de todas y mayor todavía en número que la del General Córdoba, permanecía intacta detrás de aquellas arrugas y atillos que ordinariamente han denomi– nado barranco. Como el General Canterac, segundo del Virrey, obser– vase con ·asombro lo que ocurría, ordenó a Monet el cargar inmediata– mente; y acompañando animoso la voz con'. el ejemplo acudió él mis– mo con el 19 y 29 de Gerona, principal fuerza de la reserva, a tratar de restablecer el combate. No menos eficaz el pundonoroso Monet, dio a sus cinco batallones la orden de seguirlo, y se precipitó en per– sona a la cabeza del Infante y del Burgos, oblicuando a su izquierda por sobre las desigualdades que lo apartaban del campo. Caracas evaporó en su marcha con cuatro tiros no sé qué Escuadrón que ama– gaba oponérsele; y pesaroso creyendo que tan a poca costa triunfaba, y más aún al ver ya tomada la codiciada batería sobre la cu~l redo– blaba el paso, vino a encontrarse de pronto, corrido el velo de los fu– gitivos, con aquellos dos batallones que saliendo de una hondonada, aparecían erguidos a su frente, más los que llegasen en . pos de ellos, más los dos Geronas que a la izquierda de Monet descendían por la falda y cuyo fuego bien pudiera alcanzarlo y envolverlo. Pero también alcanzaba allí como a todas partes, la serena mi– rada del General Sucre, quien oportunamente mandó a Córdoba que en su ascensión se cargase hacia la izquierda, y al Vargas y los Húsa– res de Junín que atendiesen a reforzar el ala de los peruanos y asegu– rar que no se interpusiese Valdés por el flanco del Caracas entre nues– tras dos divisiones. A medio avance perdió Caracas a su Jefe, el Comandante León, que cayó mal herido; y aunque reemplazado ai punto por el Mayor Juan Bautista Arévalo, su falta puso a más dura prueba el ,temple de ese batallón en tan rigoroso empeño. Mas como salió de él, auxilia– do apenas por su derecha, dígalo el General Camba, que refiere así el resultado: "El choque con la División Monet, aunque no había llega– do a formar en la orilla occidental del mencionado barranco más que la primera brigada que mandaba Don Juan Antonio Pardo, fue horri– blemente sangriento por todas partes, recibiendo de la nuestra un le– ve balazo el mismo General (Monet), y quedando muertos tres jefes de cuerpo; pero arrollada esta brigada, la segunda no pudo acabar de cruzar el barranco sin desordenarse". En efecto, y dominando ya Caracas el largo seno por donde el enemigo desembocaba, derrumbó a bayoneta a los que resistían y aun alcanzó a escarmentar a balazos a los que venían en su apoyo, que volvieron cara en confusión. En cuanto a los dos Geronas, impresionados por el mismo ahinco de Can– terac, y orejeras de la brisa de terror que venía soplando por la izquier– da, casi a la sola vista del Pichincha y Voltígeros empezaron a atra– sarse y guardar el bulto; resistieron a los cintarazos, empujones, im– precaciones y súplicas de sus jefes, y atropellándolos en fin, abando– naron su ventajosa posición y huyeron sin haber hecho más que unos trémulos disparos. De todos esos cuerpos, el Infante presentó más

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