Antología de la Independencia del Perú

ANTOLOGIA 561 quedaron (según el parte de Sucre) 1,800 muertos y 700 heridos, to– tal, 2,500; y de 5,780 independientes, unos 500 muertos, (Sucre dice 370, mas yo recorrí el campo de orden suya para buscar los cuerpos de Sevilla y Bonilla y darles sepultura, y estoy cierto de que excedían de tal cifra), y 609 heridos; total, 1,109, y de ambas partes, 3,609 o casi un tercio de 11,000 combatientes, puesto que de nuestra parte tampoco el Rifles combatió, a pesar de lo cual su Capitan Alcalá, el Teniente Col– menares, el Alférez Sabino y varios de tropa fueron heridos en su po– sición de reserva. Lord Wellington tuvo en Waterloo 67 1 655 hombres y 156 caño– nes, y luego concurrieron 25,000 del cuerpo de Fielthen y 35,000 de Bu– low, con no sé cuántas piezas; total, 127,655 hombres, contra 71,947 de Napoleón, y 246 piezas: que suman 199,602, y quizá 500 cañones. Wellington contó casi 15,000 muertos y heridos, los prusianos 7,000 y Napoleón 28,000, poco más o menos, pues no consta el número exacto. El total de 50,000 fuera de combate entre 200,000, o sea una cuarta parte, en una lucha encarnizada y con tal lujo de artillería, que duró desde las once y media hasta las ocho y media o nueve de la noche en aquel largo día de verano, significa un horroroso elogio de la discipli– na y denuedo de los ejércitos de Sucre y La Serna que, sin artillería que hiciese mayor daño y aumentase en 25 hombres por pieza el ver– dadero valor de su fuerza, dejaron en un cuarto de hora un tercio de ella en el campo. La bayoneta y la lanza raras veces obraron con más terrible eficacia en las batallas modernas. La pérdida del ejército independiente resultó dividida casi por igual entre todos los cuerpos de infantería que combatieron, probando así su buena colocación y la sabia distribución de su esfuerzo contra un enemigo tan superior en número y situado en dos posiciones muy diversas, cuales eran el CondorCl}J>!l.Ca y la faja de llanada que ocupa– ba Valdés. El exceso recayó sobre el Bogotá, Pichincha, Caracas y Vencedor. Fue mucho menor, desde luego, entre los jinetes, porque los realistas de esta arma no atacaron ni resistieron como sus infantes. De aquí el destino que por orden general del 16 de- diciembre, señaló el General Sucre en la ciudad de Huamanga a los 40,000 pesos antes ofrecidos al cuerpo que más se distinguiese. Dispuso que, por cuanto en la batalla había sido igual el debido comportamiento de to– dos los cuerpos del ejército, aquella suma existente en la Comisaría tocaría a todos ellos, dándose dos sueldos o pagas mensuales a cada individuo herido, y una a los que no lo fueron. [ ... J Los trofeos inmediatos obtenidos por los vencedores en Ayacu– cho antes de presentarse el General Canterac, ya excedían de mil pri– sioneros, entre ellos 60 Jefes y Oficiales con el Virrey, 11 piezas de arti– llería y 2,500 fusiles. En la misma tarde los prisioneros ascendieron a dos mil y tantos hombres y cinco bandas de música, que fueron asig– nadas al Pichincha, Vargas, Rifles y a dos cuerpos peruanos. En vir– tud de la capitulación debieron entregarse todos los restos del Ejército español, todo el territorio del Perú ocupado por sus armas, todas las guarniciones, los parques y almacenes militares, y la plaza del Callao con sus existencias; pero en lo relativo al Callao el General Rodil la de– sobedeció, y no vino a rendirse sino después de un largo sitio, el 23 de enero de 1826. El día siguiente a Ayacucho estuvieron en poder del General Sucre, además del Teniente General La Serna, el del mismo grado Canterac, los Mariscales de Campo Valdés, Carratalá, Monet y

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