Antología de la Independencia del Perú

ANTOLOGIA 569 sólo inatacables sino inaccesibles. El 3, el enemigo hizo un movimien– to indicando el combate, y se le presentó la batalla, pero dirigiéndose sobre las inmensas alturas de la derecha, amenazaba tomar nuestra retaguardia. Antes había sido indiferente al ejército dejar al enemi– go nuestra espalda; pero la posición de Matará, después de ser mala, carecía de rec\}rsos, y era por tanto necesario seguir la retirada a Tam– bo Cangalla. Nuestra marcha se rompió muy oportunamente para sal– var la difícil quebrada de Corpaguayco antes que llegase el cuerpo del ejército enemigo; mas este había adelantado desde muy de mañana y encubiertamente cinco batallones y cuatro escuadrones a oponerse .~n este paso impenetrable. Nuestra infantería de vanguardia con el se– ñor general Córdova, y la del Centro con el señor general La Mar ha– bían pasado la quebrada, cuando esta fuerza enemiga cayó brusca– mente sobre los batallones Vargas, Vencedor y Rifles, que cubrían la retaguardia con el señor general Lara; pero los dos primeros pudieron cargarse a la derecha sirviéndose de sus . armas para abrirse paso, y Rifles en una posición tan desventajosa tuvo que sufrir los fuegos. de la artillería, y el choque de todas las fuerzas; mas, desplegando la se– renidad e intrepidez que ha distinguido siempre a este cuerpo, pu– do salvarse. Nuestra caballería bajo el señor general Miller pasó por Chanta protegida por los fuegos de Vargas, aunque siempre muy mo– lestada por la infantería enemiga. Este desgraciado encuentro cos– tó al ejército libertador más de ªºº hombres, todo nuestra parque que fue enteramente perdido, y una de nuestras dos piezas de artillería; pero él es el que ha valido al Perú su libertad. El 4, los enemigos engreídos de su ventaja, destacaron cinco ba– tallones y seis escuadrones por las alturas de la izquierda a descabe– zar la quebrada, mostrando querer combatir; la barranca de la que– brada de Corpaguayco permitía una fuerte defensa; pero el ejército deseaba a cualquiera riesgo aventurar la batalla. Abandonándoles la Barranca me situé en medio de la gran llanura de Tambo Cangallo. Los españoles al subir la' barranca, marcharon velozmente a los cerros enormes de nuestra derecha, evitando todo encuentro, y esta opera– ción fue un testimonio evidente de que ellos querían maniobrar, y no combatir; este sistema era el único que yo tenía, porque los españoles se servían de él con ventaja, conociendo que el valor de sus tropas es– taba en los pies, mientras el de las nuestras se hallaba en el corazón. Creí pues necesario .obrar sobre esta persuasión, y en la noche del 4, marchó el ejército al pueblo de Guaychao, pasando la quebrada y cambiando así nuestra dirección. El 5, en la tarde se continuó la marcha a Acos-Vinchos y los enemigos a Tambillo, hallándonos siem– pre a la vista. El 6, estuvimos en el pueblo de Quinua, y los españoles por una fuerte marcha a la izquierda, se colocaron a nuestra espalda en las formidables alturas de Pacaycasa; ellos siguieron el 7 por la im– penetrable quebrada de Huamanguilla, y al día siguiente, a los eleva– dos cerros de nuestra derecha, mientras nosotros estábamos en reposo; el 8, en la tarde quedaron situados en las alt'qras del Condorcunca a tiro de cañón de nuestro campo; algunas guerrillas que bajaron, se ba– tieron esa tarde y la artillería usó sus fuegos. La aurora del día 9 vio estos dos ejércitos disponerse :para deci– dir los destinos de una nación. Nuestra· línea formaba un angulo; la derecha, compuesta de los batallones Bogotá, Voltígeros, Pichincha y Caracas, al mando del señor general Córdova; la izquierda de los ba– tallones 1, 2, 3 y Legión Peruana, bajo el Ilmo. Señor general la Mar;

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