Antología de la Independencia del Perú

578 ANTOLOGIA La contribución del Perú a la campaña final Como lo ha comprobado el historiador peruano César García Rosen, esta contribución fue de gran importancia. Ello no implica disminuir la grandeza del genio de Bolívar en esta dura y áspera etapa de su vida, en que triunfó por encima de tantos y tan tremendos obs– táculos, asechanzas y peligros. El riguroso decreto de 26 de enero de 1824 ordenó el reclutamiento en las zonas que hoy forman los depar– tamentos de Cajamarca, Amazonas, San Martín, Piura, Tumbes, La Libertad, Lambayeque y Huánuco. En muchos lugares fueron llama– dos a filas los hombres hábiles desde la edad de 12 años hasta la de 40. Gran parte de estos efectivos integraron los cuerpos colombianos. Cartas de Sucre hablan de que Bogotá, Voltígeros, Rifles, Ven– cedor y otros cuerpos se integraron con "reclutas". Las cartas de Bo– lívar (Cuzco, 11 y 25 de julio de 1825) anunciando el envío de tropas colombianas a Venezuela dicen "los más peruanos"... "peruanos se– rranos y de climas muy fríos". También deben ser mencionados, por · cierto, los remanentes del antiguo ejército rivagüerista que sirvieron en la división peruana de La Mar; los 2,000 hombres sacados de Jauja, Huancayo y Huancaveli– lica por Santa Cruz y 3,000 hombres guerrilleros, esparcidos entre las provincias al norte de Lima, Huarochirí, Yauyos, Yauli, Jauja y Tarma. El aporte económico fue enorme. El 18 de febrero de 1824, Bo– lívar decretó una contribución general en los pueblos de la antigua intendencia de Trujillo para reunir 300,000 pesos para la caja militar y 100,000 pesos mensuales para los gastos del ejército libertador. El dinero de los cupos, pagados por las municipalidades, e impuestos sin contemplaciones, se unió al tesoro de las iglesias. Llegó a darse este mandato que Sucre cumplió en el territorio de su mando: "Tomar to– das las alhajas de oro y p!ata de las iglesias para amonedarlas y des– tinarlas a los gastos de guerra; todas las piedras preciosas y cuanto tenga valor en las iglesias, sin dejar en ellas sino lo más indispensable para el culto". Los curatos quedaron divididos en tres grupos para el pago de los cupos y el cura que no pagaba era reemplazado. En mu– chos lugares fueron vendidas propiedades del Estado y requisados los fondos de las comunidades y cofradías. Las tropas tuvieron que ser, además, vestidas y equipadas. Se puso en ejecución, como en los días de los Incas, una organización por regiones. Así, .Lambayeque y Piura debían proporcionar calzado para la tropa; Huamachuco, vestidos y monturas; Trujillo, jabones, aceite, lienzos y tocuyos para camisas; Cajamarca, cordellate y bayetas para pantalones; Chota, Jaén y Chachapoyas, lana y cueros. Hojas de la– ta, jaulas de alambre, clavos de las sillas y otros objetos fueron reunidos para ser utilizados en el equipamiento del ejército. Los armeros, he– rradores y todos los demás artesanos llegaron a ser requisados para que trabajaran en maestranzas y talleres. Ganados, caballos, mulas, entraron también en los suministros. Así, pues, hombres, dinero, joyas, equipo, material de guerra pe– ruanos dieron vida al ejército de la libertad y contribuyeron decisiva– mente a la victoria. Jorge Basadre, Historia de la República del Perú, 5~ edición, (Lima, 1961), tomo I, págs. 87-88.

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