Antología de la Independencia del Perú

ANTOLOGIA 611 en la carrera diplomática. Su honradez, su energía y sus luces com– piten entre ·sí; pero no es agradable ni amado aunque es el primer hombre del Perú. Nació en Lima y tiene a toda su familia aquí; mas no es conocido por haber estado siempre fuera". En carta del día an– terior había expresado a Santa Cruz: "A este señor Pando tampoco lo quieren porque 9icen que es godo y tiene un carácter muy fuerte". Cuando Bolívar escribió la Constitución vitalicia tuvo en Pan– do a su comentarista más encomiástico. "Pando dice que es divina, que es la obra del genio y que es la perfección posible", escribió a Su– ere (Magda1'ena, 12 de mayo). "Pando es un hombre incapaz de adu– lar, recto hasta ser inexorable, instruído y firme más que nada; por consiguiente, debemos creer en la aprobación de Pando: él cree la Cons– titución adaptable al gobierno de un Estado y de muchos a la vez, con las variaciones del caso". La tesis de la Confederación de los Andes bajo la Constitución vitalicia defendida por Pando, primó sobre la tesis de la amplia y suel– ta confederación hispanoamericana formulada en el Congreso de Pa– namá. Fue Pando, como ministro del Interior, quien sometió a los co– legio~ electorales peruanos la Constitución vitalicia. En el oficio que, con este motivo firmó, hizo, como ya se ha visto, una crítica de la Carta de 1823 . Como ministro de Relaciones Exteriores en el Conse– jo de Gobierno, le tocó sostener la diginidad nacional, con motivo de la llegada del primer agente diplomático francés con el nombre de "Inspector general de comercio, en relación con las autoridades loca– les"; y desaprobar los tratados de federación y límites celebrados con Bolivia. Hombre avezado a los usos y fórmulas de la administración y, sobre todo, de la diplomacia, Pando trajo al novel Estado peruano un caudal de experiencia insuperable. Escritor culto .y atildado, elevó y ahondó el nivel espiri_tual de su época. Pero difícilmente se encontra– rá en esos días un peruano tan combatido por la imprenta como Pan– do. "La mala suerte que me hizo servir por muchos años en España (di– jo él mismo en nota oficial a Bolívar de 3 de mayo de 1826) me ha acarreado la inevitable consecuencia de privarme del buen concepto de mis conciudadanos". Entre 1825 y 1827, la acusación común que se le hizo fue la de ser un agente de Fernando VII o de la Santa Alian– za. El hecho de ser aristócrata y de haber estado ausente de la gue– rra de la emancipación, podía explicar, en parte, tanta invectiva; pero como Pando era elegante, culto, mundano y orgulloso, había no poca envidia en el odio que suscitó. Otro de los bolivarianos prominentes fue el doctor Hipólito Una– nue. El más prominente, sin duda. La sociedad colonial, no obstante su estructura jerárquica e in– justa, permitió la posibilidad de que algunos hombres alcanzaran altas posiciones debido sólo a s~ trabajo o valer. Sacerdotes o legistas fueron los más que obtuvieron esa personal ascensión después de la época mi– litar de la Conquista. Unanue representa una situación distinta. Es hi– jo legítimo de los finales del siglo XVIII caracterizados por el interés an-

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