Antología de la Independencia del Perú

ANTOLOGIA nada menos que el Perú, parece haber sido el lema de los redactores del Mercurio y, por eso, no prescindieron de la cultura aborigen, pero no prescindieron~ tampoco, de la época virreinal. En una superación de to– do localismo de época, clase, región, raza o ciencia, acogieron estudios históricos, geográficos, de ciencias puras y aplicadas, ecpnómicos, ins– titudonales, costumbristas, lingüísticos y literarios sobre el Perú total. Unanue fue uno de los animadores principales del Mercurio, y, desaparecido éste, conservó el espíritu que hace inmortal a esta revista, conectándose así con los Comentarios Reales del Inca Garcilaso. En la historia del espíritu genuinamente peruano, el cronista poético y no– velesco, el cuzqueño genial que, en su vejez olvidada, vistiendo el hu– milde ropaje del clérigo, escribiera el cantar de gesta peruano, con la triple nostalgia de la infancia itja, de la Patria distante y del materno Imperio extinto, se da la mano con el médico sabio, el escritor atildado y el patriota benemérito, cuya efigie enlaza dos siglos y dos épocas. El uno encarna al Perú naciente; el otro una promesa de madurez y de expresión cultural y científica eminentes, que la posteridad no siem– pre ha cumplido. La destacada actuación de Unanue al servicio de los virreyes y sus posteriores memorables servicios a la causa de la independencia me– recieron la sarcástica .censura de Gabriel René-Moreno, el eminente y emponzoñado bibliógrafo boliviano, que tan mal quiso al Perú. Por lo que hasta ahora puede deducirse, parece que, en cierto momento de su vida, Unanue militó en las filas reformistas, de los es– peranzados en un nuevo régimen de convivencia entre peruanos y es– pañoles, como tantos hombres ilustrados y progresistas de la clase di– rigente. Ello implicaba 1 por cierto, hablar de "derechos" de los criollos, provocar el temor, o la ira, o la sospecha de quienes no querían cam– bio alguno. Fue el punto de vista que representó Vidaurre en su Plan del Perú, sus Cartas Americanas y su memoria de 1817. De ninguna manera aparece Unanue como un partidario del statu quo, como un tra– dicionalista, como un usufructuario satisfecho del régimen vigente y en el que alcanzara fama y fortuna. Su posición en aquella etapa inicial podría estar representada por -sus escritos en el Verdadero Peruano. No sabemos la fecha exacta en que llegó a convencerse de lo inevitable del separatismo. En el crítico año de 1820 instó al virrey para que lo acep– tara sin vacilaciones "buscando un Príncipe de Casa Real que viniese a coronarse. Yo no era el único que pensaba así, por el bien mismo del Perú''. Quiso entonces evitar la lucha entre el ejército de San Martín y el realista; fue la época de su papel "Los males de guerra y el deber de los escritores". Luego acompañó a San Martín como ministro de Hacienda cuando "estaba exhausta de fondos la Tesorería. . . se pre– sentaba por todas partes la imagen de la desolación y la miseria"; el Protector dijo que "el Viejo Honradísimo y Virtuosísimo Unanue es uno de los consuelos que he tenido en el tiempo de mi incómoda ad– ministración". Formó parte en seguida del primer Congreso Consti– tuye:lte en el que tuvo una significación que había pasado inadverti– da. rncontró la fórmula que pudo hacer posible el retiro de la Junta Gubnnativa y la elección de Riva-Agüero. Siguió la suerte del Con– greso cuando se produjo el conflicto entre este cuerpo y el Presidente.

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