Antología de la Independencia del Perú

618 ANTOLOGIA su lucha contra el Congreso y contra Bolívar cuando la guerra de la independencia estaba perdiéndose, resultó insensata. Quien anhelara un Perú libre de la dominación española tenía que estar con Bolívar. Fue una fortuna para el Perú que, en los días tremendos de 1823, Unanue el pacífico, el blando, no siguiera el ejemplo de los tibios, de los vacilantes y de los despechados y permaneciera fiel a la ilusión de la Patria libre. El periódico por él editado en Trujillo en 1824, lla– mado Nuevo Día del Perú, es más bello, si cabe, con su zozobra, su iracundia y su fe pertinaz en el porvenir y en el país, que el Mercurio académico y sosegado. Bien examinadas las distintas actitudes de Unanue no reflejan pusilanimidad. Al pusilánime le anima, ante todo, el deseo de eludir sufrimientos o sacrificios, de vivir fácilmente. Y lo fácil habría sido quedarse en el partido del virrey entre 1814 y 1820, precisamente con el mundo que tan bien le había tratado, como otros lo hicieron. O aban– donar a la Patria durante las tormentas de 1823 y principios de 1824, como otros también lo hicieron. O retirarse de toda acción. O alejar– se del país. Unanue se queda y se queda para hacer cosas, para cumplir una misión, para ayudar a nacer a la Patria soberana. Y no porque sienta la sensualidad de la política, o la esperanza de placeres y prebendas; ni porque su temperamento sea de torrencial activismo, tortuosa am– bición o histriónica audacia. Por el contrario, se trata de un hombre sereno, reflexivo, honrado, bondadoso. En primer lugar, ocurre que se le llama; él no busca las situaciones de comando o responsabilidad sino ellas llegan hasta él, con natural, obligada secuencia. En suma, no es el suyo (ni en el virreinato ni en la emancipación) el caso, más tarde muy reiterado en el Perú, de hombres injustamente pospuestos, mar– ginados, colocados en el desvío. Pero estas oportunidades que se le brindan de servir al país y que él no ha buscado, tampoco las rehuye y al aceptarlas procede tomando las cosas como son, aceptando previB.– mente sus condiciones reales para, después de este acto previo, poner su entusiasmo y aptitudes en el afán de buscar los cambios que juz– ga posibles . Reconoce la jurisdicción de la realidad, no escamotea la verdad de la vida por imágenes halagüeñas y desde ese punto de par- . tida trata de trabajar en lo que le es dable. Su destino no es sólo existir él, conservarse, andar entre lo que está ya ahí, hecho por otros. Unanue, anciano ya, toma partido, se compromete, vive peligrosamen– te, alimentado por la nativa sanidad de sus instintos, por su capaci– dad de trabajo, por su saber. No es alarde vano cuando dice: "cuántos disgustos y contrariedades han oprimido mi alma, cuántos peligros han amenazado mi existencia". Y cuando agrega: "Los hombres, algunos hombres, son más peligrosos y dañinos que la Naturaleza". En suma, siendo todo lo contrario del político profesional, del político que no tiene otro bagaje que sú actuación pública (pues re– presenta, por antonomasia y con una jerarquía no superada, el caso del hombre a quien se le llama para que sirva al país por su prepara– ción y su honradez), .de otro lado aparece como lo contrario del de– magogo y del sectario. Nada hay en él, por lo demás, de la impresio– nabilidad, el arrebato, el atolondramiento, el "todo o nada" de la pa-

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