Archivo Riva Agüero
820 CARLOS DEUSTUA P. - JOSÉ A. DE LA PUENTE C. La Constitucion exije que el Poder Ejecutivo preste juramen– to de obedecerla, y el criminal Fuente, habiendolo hecho al ejer– cer ese poder, ha maniobrado con la mayor impudencia para des– truirla. El soberano Congreso no puede ignorar el cúmulo de in– trigas con que en todas las provincias ha procurado sembrar la anarquía é incitar á la sedicion contra la carta y honorables repre– sentantes de la Nacion, ya difamandolos, ya presentando la lei fun– damental como inadaptable é incapaz de rejir. Comprueban esta verdad los periódicos asalariados por el gobierno, si este nombre puede darse al que se apodera del mando con el puñal en la mano, y si es posible confundir los libélos infamatorios, especialmente el titulado el Eventual, con los escritos y periódicos de las naciones civlizadas. En una palabra: la guia, que parece haber adoptado el gobierno del Perú, ha sido la marcha arbitraria anárquica é insus– tancial del tirano de Colombia. Vease el estado á que ésta se halla reducida, y medítese el que se le prepara al Perú, si continuase por mas tiempo la tiranía que sostiene la impunidad de la mas horri– ble é inicua traicion. El Perú, Señor, al sacudir el yugo de España no preveía que sufriría un dia otro, mas ignominioso y rídiculo. Menos podia ha– berse figurado, que en un gobierno popular representativo queda– sen las instituciones al arbitrio de un tumultuario, que, revistien– dose de la primera majistratura, se sobrepuisese á la representa– cion nacional é hiciese ilusoria la independencia y libertad. Esos msmos pueblos hoi escandalizados, confundidos y absortos, deplo– rando su lamentable situacion, vuelven sus ojos al Congreso para que los redima del despotismo, y no cesan de pedirme que vuele al Perú para ayudarlos en la empresa de sacudirse de la tiranía. Nada de esto es estraño cuando palpan la ausencia de las ga– rantías sociales que les concede la Constitucion, y que en su lugar ven, que sin prévio juicio se destierra á los ciudadanos, se persi– gue, calumnia é insulta al patriotismo, y en fin la guerra que se hace á la carta y á los derechos del hombre. Es gualmente noto– rio, que las elecciones de los colejios electorales han sido sofoca– das ó violentadas escandalosamente, llegando hasta el exceso de hacer anular actas porque en ellas era elejido yo. Mi delito, Se– ñor, no ha sido otro, que haberme opuesto á que Bolívar esclavi– zase al Perú; y si este es crímen, ó hai alguno otro que se me atri– buya, ¿porqué no se me juzga, como lo tengo solictiado? ¿Existen por ventura leyes, existe nacion, donde un traidor oscuro y mise– rable basta para sobreponerse á cuanto hai de mas sagrado en la sociedad? ¡ Pluguiera al cielo que yo solo y mi familia fuesemos las víc-
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