Asuntos militares

s GRAL. EP FELIPE DE LA BARRA 2. La opinión de las provincias que van a ser protegidas por nuestra fuerza es el principal elemento con que debe contar la división para sus progresos. Los pueblos del Perú tienen arrai– gadas las ideas religiosas, y es forzoso no dar un solo paso que desacredite a las armas libertadoras en su creencia y moralidad. El respeto a la religión y sus ministros, la moderación en las cos– tumbres, la suavidad del trato aumentarán el entusiasmo a favor de la expedición: esto facilitará los recursos, y dará un pronto y grande incremento a las tropas por medio de la emigración y de– serción que deberá sufrir el enemigo. Cualquiera descuido, par– ticularmente en el punto de religión, produciría desconfianzas que es necesario alejar para no perder el concepto adquirido en los pueblos. La atención con los blancos, y la conmiseración con los indígenas, son indispensables para lograr la cooperación de los primeros, y lisonjear ventajosamente a los segundos en la presen– te campaña. Conviene dar a éstos un impulso general y simultá– neo si fuese posible, pero no abrirles margen para la voluntarie– dad absoluta en la parte hostil, pues ella será muy perjudicial. En el estado actual de su incivilización, debe conducirse a esta cas– ta a la ilustración y felicidad sin permitirle una acción principal e independiente en el plan de la guerra. La sujeción de los co– mandantes de sus partidas y la consideración a sus derechos y quejas, son los dos ejes sobre que debe rodar por ahora la obra de su regeneración. Por lo mismo se hace demasiado interesan– te la observancia de esta política para el buen suceso del orden militar. 3. Al fin de dirigir estas consideraciones con el pulso debi– do, no conviene prodigar los grados. La falta de economía en su distribución, los hace comunes y despreciables, recayendo en per· sanas que por circunstancias no son acreedores a esta clase de condecoraciones que son el premio del verdadero mérito; y lo que es peor, produce también el descontento de muchos que sin te– ner conocimientos se juzgan con un derecho para optarlos, al ver que otro de su rango les ha conseguido. 4. Escusado parecerá tratar sobre la disciplina de la tropa: si ella no fuese uno de los primeros objetos a que debe contraer– se toda la atención de un general. Un descuido o negligencia trae consigo todo el peso de la responsabilidad, y ni las victorias mis· mas son laudables si no se deben a la disciplina y al valor. 5 . De igual modo es recomendable la conservación del ar– mamento : nada sería más reprensible que miren ·ste con indÚe-

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