Boletín informativo de la Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú Nº 13

hasta el Coronel Lavín, olvidado mártir de nuestra historia. Sirvió de cárcel este edificio desde 1780 hasta el 22 de marzo de 1821. Aquí estuvieron presos José Ga– briel, Micaela_ Bastidas, su gloriosa familia y sus lugartenientes; aquí estuvíeron presos en 1805, los próceres José Gabriel Aguilar y Manuel Ubalde, que cayeron vendidos por la traición. En las celdas de cuando era prisión este local, Aguilar escribió ese famoso poema titulado "el reloj de la historia" que es la bofetada lírica más valiente que se haya dado a esos jueces hipotecados al imperio hispánico. Aquí nuestros próceres sufrieron los más crueles torm~ntos, las más venales injurias, los más refinados tinterillajes, las más inauditas afrentas; de aquí salieron unos al des– tierro y otros al patíbulo. Indudablemente de toda esa radiante constelación de nuestros mártires que en este local estuv,ieron presos, el que más sobresale por la profundidad de su obra emancipadora y por su heroísmo sin par, es José Gabriel Túpac Amaru y su glo– riosa familia. Aquí estuvieron presos José Gabriel, Micaela Bastidas, sus dos hijos: Hipólito y Fernando, su tío Francisco, Cecilia Túpac Amaru, Tomasa Tito Conde– mayta y todo ese glorioso grupo de sus lugartenientes. Se les ubicó en calabozos separados, dice el documento. Aquí el mártir y los suyos sufrieron los más crue– les tormentos, las humillaciones más increíbles. Justo Apu Sahuaraura, que fue testigo presencial, nos dice: "El cruel Visitador José Antonio Areche... queriendo sebarse más con la sangre de los ilustres peruanos, se atrevió a visitar a José Gabriel Túpac Amaru. Entró al lugar de su prisión con un pomposo acompañamiento de escribanos"; ordenó que previamente lo tortura– ran en la celda de su prisión, que en la actualidad es el salón de grados de la Uni– versidad, lo colgarnn de unos troncos que habían en la techumbre, de "los brazos torcidos a la espalda y un peso enorme pendía en los pies", dice el manuscrito y después de este sádico tormento, muy campante el vesánico Areche le interrogó: ¿Quiénes son los culpalbes de esta rebelión? Túpac Amaru, descoyuntado, con sus carnes molidas y sus huesos triturados, pero con el alma revolucionaria más firme que nunca, con voz clara y valiente contesta: "Aquí no hay sino dos culpables: tú por oprimir a mi pueblo y yo por querer libertarlo". Ningún nombre salió de sus labios. Un auténti<;:o prócer no delata, no traiciona jamás, no se rinde ante el dolor, se entrega a la muerte de pie, con la cabeza enhiesta mirando el infinito azul de la gloria y así se entregaron los inmortales Túpac Amaru a su heroica muerte. De este local fueron sacados encadenados para el martirologio del 18 de mayo de 1781, y a unos pocos pasos de aquí, se dio curso al macabro festín de la bar– barie. Areche en un último intento de querer arrancarle una palabra de traición a Túpac Amaru, ordenó que el prócer presenciara la ejecución de su esposa, su hijo, sus parientes y capitanes. ¡Qué martirologio tan inhumano hecho por gentes que se decían ser civilizados y cristianos! La humanidad en ninguna latitud regis– tró una página tan horrenda: v~r morir a su esposa, oír el último latido de su hijo cruelmente martirizado y luego a fuerza de 4 caballos descuartizado. Esta gloriosa muerte de los Túpac Amaru, dio nacimiento a la libertad en el Perú. Fue necesaria la bendita sangre de los Túpac Amaru, para sembrar el fron- 111

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx