Boletín informativo de la Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú Nº 13

cífica, la más expléndida y la más gloriosa República de cuantas hayan existido y existan sobre el Globo". Esos próvidos varones, saturados aún de la ideología del siglo de las luces, al igual que los intelectuales del primer "Mercurio Peruano", no estuvieron acordes con sus resultados concretizados en los desbordes revolucionarios. Sin dejarse sugestionar por los cantos de sirena de las nuevas ideas, las pasaron por los arca– duces de la propia tradición y realidad institucional peruanas; y declaran haber da– do una Constitución acomodada a la dulzura de nuestras costumbres y que nos recuerde la humanidad genial del Incario. Los más lúcidos de esos Constituyentes, recelan de todo lo que pudiera sig– nificar excesos en las Asambleas emanadas de la soberanía absoluta del pueblo y, en prevención de similares desviamientos y de la temida anarquía, tratan de aco– gerse al efugio de un justo término medio y claman por el orden en aras de la misma Independencia. Con idílica visión pacifista, y a la manera de otros tanto9 Pericles de la tierra mediterránea, precisan que nada hay de común entre el Perú y la Francia de Robespierre, porque su suelo, tan apacible como su clima, ·no será jamás agitado por las tempestades civiles. El ponderado y sagaz Luna Pizarro, se detiene a recordar la Legislativa francesa, formada entre el tumulto de las asám– bleas populares, sitiada por los "clubs" jacobinos, y donde el terrorismo mal po– día ser la fuente de la libertad; y el propio Sánchez Carrión, considerado el revolu– cionario de su tiempo, discurre sobre los trágicos sucesos de Francia y hace relu– cir ante la Constituyente la guillotina del Comité de Salud Pública, segur impla– cable de la sabiduría y del patriotismo. De la filosofía política del siglo XVIII recogen sus grandes concepciones. y la soberanía popular reemplaza, dogmática y definitivamente, a la soberanía de las monarq1,1ías absolutistas. Conviene apuntar que ya en "El Peruano" de 1811 se de– sarrollaron planteamientos políticos sobre el concepto de la soberanía del Pueblo, y se señala la forma cómo debían ser elegidos los Procuradores de las ciudades para considerarse propiamente los "Padres de la Patria". Esos hombres ilustrados ha– cen alarde en los debates de la teoría del Contrato Social, incluso en su traducción de Jovellanos, de la filosofía francesa y anglosajona a través de Locke, Hobbes, Hume, Rousseau, Montesquieu, Blackstone, Bentham, Delolme; y de los tratados y textos constitucionales norteamericanos de Jefferson, Lincoln, Madison, Washing– ton, muchos de ellos divulgados por agentes como Brackeridge y Robinson, amigos de Pezet y de Unanue. Asimilaron y cernieron todas esas fuentes del derecho demo– crático sobre el gobierno representativo, la libertad inherente a la propia esencia del ser humano, la igualdad civil, el rechazo a toda tiranía y despotismo, desarro– llando un esquema del derecho político basado en axiomas evidentes del derecho natural, así como en la afirmación de los límites jurídicos que deben acompañar al ejercicio de los poderes públicos. Al margen de las controversias suscitadas por Jellinek sobre las respectivas aportaciones de la revolución francesa o de la norteamericana en la Declaración de 32

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