Boletín informativo de la Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú Nº 17

El tema éste de la Prehistoria del Ejército, que mejor sería llamar de los an– tecedentes nativos o aborígenes del Ejército, es de un interés extraordi~ario Y se ofrece realmente cautivante. Tentativamente, a modo de presentación apenas bosquejada, cabe distinguir en él tres sectores, que son: a) el de las armas; b) el de las construcciones militares, generalmente, como es fácil comprender, de carácter defensivo; y e) el de las campañas militares, que, como fueron campa·· ñas· imperiales, de expansión y dominio, tuvieron carácter conquistador. La Arqueología, representada por el abundante material que guardan los museos, mostrará a los investigadores que aborden el estudio del primer sec– tor, las armas que usaron los pueblos antiguos en sus luchas, guerras de con– quista y rivalidades. Por lógica consecuencia de las campañas militares de ex– pansión, estas armas alcanzaron notable perfeccionamiento y su producción fue mayor durante el apogeo del Imperio. Los ejércitos cusqueños, victoriosos siem– pre hasta la llegada de las huestes hispanas, demandaron de armas apropiadas y en gran número para sus audaces expediciones, unas en los agrestes escena– rios de la Sierra, otras en los llanos marítimos, a través de valles y desiertos, y otras también, aunque no tan afortunadas como las anteriores, en la impene– traque región Anti o de las selvas amazónicas. La panoplia incaica es rica; con– tiene diversas especies de armas, y dentro de cada especie, numerosas varieda– des o modelos, constituyendo el conjunto un material digno del más cuidadoso estudio: estudio éste que debe hacerse atendiendo a las características del mo– delo, a las formas y tamaños, a los materiales empleados y al grado de efec– tividad, por así decirlo, de cada implemento de guerra . En esa panoplia hay armas de ataque, como mazas o porras, y elementos de protección, como escu– dos o rodelas . La cerámica ilustrará también, y en no menor medida, sobre las armas de los pueblos antiguos. Una "documentación" extraordinariamente valiosa conser– va la cerámica mochica_. tanto en sus vasos escultóricos, que representan guerre– ros "armados hasta los dientes", como en sus vasos globulares de asa-estribo, dibujados con escasez cromática pero fabulosa riqueza informativa. Morriones, cascos con penachos, rodelas, mazas, lanzas, puñales, armas contundentes y ar– mas arrojadizas integran, en gran variedad de formas y tamaños, y con adornos diversos -porque, además de guerrero, fue un pueblo de artistas-, la oploteco mochica, la cual, de añadidura, se enriquece aún más con las crudas, sanguina– rias, conmovedoras escenas de combate, en las que se ven caudillos feroces, sol– dados implacables, huestes enloquecidas por el furor de la lucha, y con estos hombres victoriosos, como contraparte, prisioneros de guerra resignados al tor– mento o sacrificio y víctimas cruelmente inmoladas. Están también los heridos, los mutilados, los condenados al suplicio, los vencidos que, atados en forma de cadena humana, se acercan a la muerte tras perder la batalla. La cerámica Nasca también es ilustrativa. En ella, a la inversa de la Mo– chica, las formas son simples (vasos de paredes altas, platos, vasos globulares con asa-puente) pero la decoración, en varios colores, es rica en temas, casi to- 311

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