Boletín informativo de la Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú Nº 17

dos impregnados de intención mitológica. Hay así, por ejemplo, guerreros divi– nizados o dioses humanizados con atuendo guerrero; cabezas-trofeo (que rela– cionan a Nasca con Chanca y a ésta con los grupos selváticos); seres humanos decapitados, etc. Y si Nasca en el Sur y Mochica en el Norte proporcionan un rico material para la interpretación de la guerra, Sechín, en la costa del departamento de Ancash, no lejos de Casma, aporta también al investigador un campo vastísimo de estudio con sus famosas _piedras labradas que muestran guerreros en diver– sas posturas, y cabezas, cuerpos decapitados, miembros desgajados, etc.: mues– trario de lo que pudo ser la guerra llevada a su más sanguinaria expresión. En relación con el estudio de las armas, no se podrá olvidar el aporte de la Paleopatología. Los cadáveres exhumados en las tumbas, especialmente de la Costa (Chancay, por ejemplo), cuentan, con su mudo testimonio, los horrores de la guerra antigua. Brazos y piernas fracturados, cráneos hundidos por el terri– ble golpe de la maza, costillas quebradas; también procesos de cicatrización o de curación de traumas: el muestrario es amplio, y si interesa al arqueólogo Ó al paleopatólogo, también atrae la atención de quien averigua los métodos de combate en las agrupaciones prehistóricas. La Arqueología, igualmente, con su estudio de los monumentos arquitectóni– cos, arrojará luz para la comprensión y examen de las construcciones militares, tema del segundo sector del esquema general tentativamente propuesto. En es– te sector se ubican las grandes obras militares, como fortalezas (Cuélap, Para– monga, Sacsahuamán, Ollantaitambo, Machu Picchu), recintos fortificados con murallas concéntricas o con murallas rectangulares, muros de deslinde, cami– nos epimurales (como el mundialmente famoso del Santa), etc. El estudio de estas construcciones que abundan en el país, en Costa, Sierra y Ceja de Selva, puede constituir una parte de apasionante atracción del referido esquema. Finalmente, el tercer sector de estudio habrá de referirse a las campañas militares que, desde la primera expansión del Cusco hasta las grandes operacio– nes de sojuzgamiento que en el Norte del Tahuantinsuyo realizó el gran Huaina Cápac, cumplieron los ejércitos imperiales, conducidos por los hábiles estrategas que obedecían al Inca. Estas campañas tuvieron su apogeo durante el reinado de Pachacútec, emperador de inigualable prestancia y poderío. Masas enormes férreamente disciplinadas avasallaron el inmenso territorio que se extendía des– de Pasto, en Colombia, hasta el río Maule y, aun, el Biobío, en Chile; penetra– ron en la región diaguita, en el Noroeste argentino, y sus avanzadas vencieron temporalmente la barrera impasable de la Selva. Estas masas ordenadas e in– vencibles se movían por caminos perfectamente trazados, que formaban una red de gran valor estratégico; y así, tan pronto estaban en el septentrional reino de Quito, donde el Inca tenía placentero palacio, como en la frígida puna del Collao, donde las tropas pasaban los ríos sobre puentes de pontones. 312

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