Boletín informativo de la Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú Nº 17

Cangallo, tierra de los legendarios morochucos, a la laguna de Parinacochasr abundosa en bellezas naturales, a la Pampa de La Quinua, verdadero santuario patriótico y las famo5as "quintas" ayacuchanas Tartaria, Caballitos y otros. Por último, la artesanía del Departamento es una de las más ricas del país desta– cando los retablos, mates burilados, trabajos en cuero y en la tradicional "pie– dra de Huamanga", filigrana de plata, alfarería, etc. Todas éstas, expresiones mestizas, conservadas muchas veces en algunas familias a través de innumera– bles generaciones. Vemos, pues, que las posibilidades de convertir a Ayacucho en un emporio turístico de primera magnitud son muy factibles. Bien es cierto que se necesi– tan obras de diversa índole, que hay mucho, muchísimo que subsanar, arre– glar, preparar, de tal suerte que los turistas no vean defraudadas sus expecta– tivas. Sabemos que las obras son costosas y no creemos tampoco que puedan hacerse en poco tiempo, pero lo que sí creemos es que el Sesquicentenario de Ayacucho puede constituir ocasión propicia para un esfuerzo inicial grande, ge– neroso, mancomunado, que devuelva a la ciudad enclavada en el corazón del Perú algo de su pasado esplendor. BOLIVAR, EL ORGANIZADOR Por: Héctor LOPEZ MARTINEZ (Del Diario "El Comercio" de Lima, de 7 de Marzo de 1974) Junín y Ayacucho representan los momentos cenitales de Bolívar en el Perú pero, para llegar a ellos, tuvo que superar incontables obstáculos no sólo de orden político y militar sino también físicos. En Pativilca el Libertador estuvo al borde de la muerte escapando de ella gracias a la indoblegable fuerza de su espíritu y a su fe ciega en el triunfo final. Convaleciente aún, Bolívar pondría en marcha la última etapa del gigan– tesco operativo que culminaría con la independencia del Perú y América. El Li– bertador sabía perfectamente que los realistas ocupaban posiciones mucho más ventajosas que las de los patriotas. En efecto, los ejércitos del rey vivaqueaban en Cuzco, Abancay y Ayacucho, zonas éstas muy ricas en alimento y con abun– dante forraje para las cabalgaduras. Era absurdo pensar que abandonarían esos parajes para descender a la costa donde las provisiones escaseaban y "tercia– nas y calenturas" hqcían fácil presa de los hombres nacidos en las alturas de los Andes. No olvidemos que los más en el ejército realista er.an oriundos del Cuzco, Arequipa y Puno. Para Bolívar, que había captado con toda precisión las intenciones del ene– migo, esto representaba un verdadero alivio ya que le permitía preparar tran-

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