Boletín informativo de la Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú Nº 17
su camino en todas las Indias españolas. Ante estas Actas, que dan sin duda tema para muchos otros comentarios, resulta ya poco menos que imposible negar a la rebelión de Túpac Amaru su verdadera y profunda significación histórica. E,L.: HOMBRE DE AYACUCHO Por Arturo USLAR PIETRI , (De "El Comercio" de Lima del 21 de abril de 1974) Dos fechas podrían marcar la parábola histórica del Nuevo Mundo. Una es, obviamente, el 12 de octubre de 1492 cuando Colón toca tierra en Guanahaní. Co– mienza entonces el rico y poderoso proceso de la aparición de un nuevo conti– nente. Todas las relaciones políticas, las ideas, la concepción del mundo de los europeos, la economía y la estructura social iban a quedar profundamente modi– ficadas por ese hecho sin paralelo. Fue mundo nuevo no sólo por la nueva masa continental incorporada a la historia de occidente, sino porque ese gran aconte– cer cambió la visión del mundo para todos los hombres y creó por primera vez un concepto global y relativo de la humanidad. El mundo fue distinto y, en ese sentido, nuevo después de 1492. El otro día es el 9 de diciembre de 1824. Como culminación de catorce años de guerra y de una campaña difícil y tenaz en los más altos valles y riscos de Jos Andes peruanos, un ejército combinado, compuesto de venezolanos, colom– bianos, ecuatorianos, peruanos, bolivianos, chilenos y argentinos, al mando del General Antonio José de Sucre, derrota definitivamente en el estrecho valle de Ayacucho al ejército español, fuerte de cerca de diez hil hombres y comandado por el Virrey La Serna en persona. La victoria de ese día hace independiente a la América del Sur y pone fin a más de tres siglos de régimen colonial. En manos del vencedor quedan los tí– tulos de posesión que los conquistadores dieron a la corona de España y entre sus preseas, simbólicamente, viene a recibir el deshilachado y fabuloso estandarte de Pizarra. Ese día se sella la independencia d~ toda la América hispánica. A la hora de recibir en su campamento a los generales españoles, Sucre les ofrece la más generosa fórmula de capitulación. En la información que escribe para Bolívar lo expresa: "El General Canterac, comandante en jefe del Ejército español, acompañado del General La Mar se me presentó a pedir una capitu– lación. Aunque la posición del enemigo podía reducirlo a una entrega discre– cional, creí digno de la generosidad americana conceder algunos honores a los rendidos que vencieron catorce años en el Perú, y la estipulación fue ajustada sobre el campo de batalla en los términos que verá usted por el tratado que le 320
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