Boletín informativo de la Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú Nº 19

su sola y descomunal ambición. Veamos qué hay de cierto en estas tácitas acu– saciones. Recordemos que al salir San Martín del Perú, el 21 de setiembre de 1822, hace entrega del mando del ejército -ejército peruanochilenoargentino- a su compa– triota el general Rudecindo Alvarado (x). Zarpa del Callao con sus tropas este jefe, desembarca en Arica y a poco sufre, en tan sólo cuarentiocho horas, doble y catastrófica derrota en las batallas de Torata y Moquegua, el 19 y 21 de enero de 1823, en lo que la historia denomina Primera Campaña a Puertos Intermedios Tímido, irresoluto, lento y carente de dotes de mando, Alvarado es en parte responsable de la destrucción de las fuerzas puestas en sus débiles manos. El historiador argentino Bartolomé Mitre reconoce que, en tales manos, el ejército "fue dejado huérfano al mando de un general sin prestigio". No obstante, en descargo suyo podemos decir que ya en Arica, en diciembre anterior, a punto de marchar hacia Moquegua al encuentro del enemigo, en ·carta al general San Martín -a la sazón en Chile- nos descubre que el mal que aquejaba al organismo militar era muy hondo y antiguo: "Nuestros amigos ,fos jefes del ejército de los Andes (jefes argentinos) inmediatamente de la separa-· ción de usted empezaron a producirme sentimientos de bastante consideración. Me representaron (reclamaron) deseaban ·ser mandados por Martínez (Enrique, general argentinq), y lo nombré, de acuerdo con los amigos, jefe del Estado Mayor: del ejército de los Andes. Esta providencia será de muy corta duración y los males inevitabies ... Los grados (ascensos) concedidos al momento de la se– paración de usted han . sido un buen agente para una feroz anarquía que nos amaga. Yo sin duda usaré de cuantos medios dicte la prudencia. . . y abandonaré la empresa porque no bastan mis alientos al remedio de tantos males". Con este antecedente, errianado del sentir del propio general en jefe del eJer– cito, fácilmente se comprenderá por qué algunos oficiales, argentinos y chilenos, sacudiéndose aún el polvo de esas terribles derrotas, se dirigen al Libertador soli– citándole, angustiados, su inmediata venida al Perú. Así, el general Martínez -al que acabamos de mencionar- escribe a Bolívar, en mayo de 1823, en vísperas de marchar nuevamente los patriotas al encuentro del enemigo (Segunda Campaña a Puertos Intermedios), y con el marcado pesi– mismo que se transparenta en sus palabras: "Yo no puedo, por más esfuerzos que hago, hacer nada en el estado en que se encuentran las cosas, y sólo usted es el único que podría dar un impulso a la guerra. El que usted nos mande es en mi opinión el único medio de salvar al país". Otro jefe argentino, el coronel Juan Lavalle, jefe de Granaderos a Caballo, famoso regimiento creado por San Martín, se dirige por los mismos días al edecári de Bolívar, coronel Diego !barra, expresándole: "Si el Libertador no viene, el país Sf:!, pierde: la fortuna . le brinda la ocasión de agregar a sus títulos inmortales el de Libertador del Perú". Esta Se– gunda Campaña, dirigida por el general Santa Cruz y su segundo Gamarra, ter– mina en derrota aún más . aplastante que la anterior . Los realistas, vencedore_s 231

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