Boletín informativo de la Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú Nº 19

la bautizan, por ironía, con el nombre de "Campaña del Talón", porque el ejér– cito patriota se desintegra por territorios del Alto Perú, acosado de cerca por el Virrey La Serna. Y el propio general San Martín, · entonces en Mendoza -Argentina-, once me.ses después de salir de nuestra patria, el 3 de agosto de 1823, escribe a Bolí– var: "Amigo querido . . . Deseo .concluya usted felizmente la campaña del Perú y que esos pueblos conozcan el beneficio que usted les hace". Obsérvese que en mo– mentos de dirigírsele esta carta, el Libertador se encuentra en Guayaquil, aguar– dando con impaciencia la autorización del gobierno colombiano para marchar· a nuestras playas. El Protector connce esta situación, y por ello sus palabras significan, realmente, su deseo sincero de que Bolívar pase al Perú. Según hemos probado documentalmente, para tres jefes argentinos -el ge~ neral Enrique Martínez, el coronel Juan Lavalle y el general José de San Martín– la presencia del Libertador era necesaria en ,el Perú. Indispensable, Jiiríamos me– jor. ¿Y qué piensan los peruanos de 18L'3? Podríamos transcribir documentos ofi– ciales nuestros -invitaciones del Congreso a constituirse en el país, etc.-, pero estimamos más conveniente recurrir a un muy documentado historiador, Mariano Felipe Paz Soldán, compatriota nuestro, quien, a más, conoció años después a muchos de los políticos y jefes militares partícipes de los hechos que narra. Pues bien, este distinguido autor, no obstante su escasa simpatía por el Liber– tador, condensa en pocas pero muy expresivas líneas el sentir nacional del mo– mento. "Es cierto que la presencia de Bolívar en el Perú era reclamada por ·todos los partidos políticos, exigida por la opinión, por el Congreso y por todos los hombres que influían en la suerte del país". Ydando cue~ta el mismo escritor del inmenso alborozo despertado por su llegada, reconoce: "Sólo su nombre valía un ejército". Más adelante, subraya: "Jamás ningún mortal ha sido recibido con júbilÓ más cordial ni con mayores esperanzas de lo que debja hacer en favor de un país". Otro ilustre historiador, extranjero esta vez, el ya citado general argentino Bartolomé Mitre, al referirse al arribo a Lima del genio venezolano, admite: "Ja– más ningún americano había recibido una ovación más entusiasta ni más merecida. Era la gloria y era la esperanza de la América personificada" ("Historia de San Martín y de la Emancipación Americana", Buenos Aires, 1890). Así pues, la r,'l"egunta "¿Quién llamó a Bolívar?" puede, con entera verdad, contestarse, por peruanos y por sudamericanos por igual, con las mismas pala– bras de los vecinos de Fuenteovejuna: "Todos a una". (<:>) Varias derrotas, pns1onero de los españoles, apresado por sus propios soidados amotinados y otras calamidades, sufre de contínuo este jefe, que parece ir acompañado por sombra aciaga. No obstante, posee una cualidad: se ofrece siempre voluntariamente a servir, en lo que fuere. Años más tarde, desde Puno, en su marcha al Alto Perú después de Ayacucho, escribe Sucre a Bolívar: "El general Alvarado dice que si se le manda, él irá; pero está enfermo y es el po– bre tan desgraciado que se puede temer confiarle una empresa". 232

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