Bolívar, Ayacucho y los tradicionistas peruanos
- Que me preparen una racuana, dijo el Ge~ neral, y otra para cada soldado! no de balde come~ remos los 'Chuegos. La racuana •es como un asadón de madera, y los chuegos son las papas asadas que figuran indispen~ sablemente en la comida de toda minga. A las dos de la tarde del día señalado, formó el ejército en la plaza de Cajabamba, y el General a la cabeza desfiló calle afuera en dirección a la pampa. en que la campiña es tan pintoresca como fértil. Una vez en ,el campo formó la tropa pabellones en torno de la chacra y el General con su Estado Mayor se colocó bajo la sombra de unos grandes alisos. entre cuyas ramas se veían entrelazados be~ jucos y purpuros que dejaban pendientes sus dora~ dos frutos y sus flores rosadas, hechas al parecer de terciopelo. Sobre la fresca yerba y a lado de un cequión, cuyas orillas estaban cubiertas de florecí~ tas y hojas pequeñas y tupidas, desdoblado un gran poncho y quitada la casaca bordada, recostós·e el Li~ bertador, cuya espada triunfadora un indio colgó de la rama más inmediata, después de acomodarla con cuidado, con la misma santa veneración con que hu~ hiera un cristiano colgado un crucifijo en un altar. Quitada la chaqueta, también cada soldado y remangado el pantalón, racuana en mano, dio co~ mienzo a la saca en el hermoso surco, mientras vein~ te cajeros y las chinas de los alrededores ves~ tidas de gala, ~ preparaban a echar verso y danzar delante de la gloria de un mundo. Las más distinguí~ 105
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