Bolívar, Ayacucho y los tradicionistas peruanos
ba en singular umon, sentados en cuclillas, comie~ ron en un mismo mate y bebieron de un mismo cán~ taro en el opíparo banquete de la fraternidad ame~ ricana. Las más bellas cajabambinas con sus delicadas manos presentaron los echu.gos, que como rosas de algodón se abrían, al eminente ciudadano, que mi~ raba caer el sol tras las altas montañas de los An~ des, sin presumir que años después le hubiera de cantar Adolfo García. Los Andes, esas montañas que con su pie las entrañas del globo rasgando van, páginas son donde están bien escritas tus hazañas. Hé allí toda tu historia, donde dejaste memoria de que tu constancia pudo dejar de palmas desnudo todo el árbol de la gloria". ¡Dios de la Libertad! borra para siempre del co~ razón de nuestros hermanos los odios; y que sea el mundo americano el pueblo que soñaron nuestros mayore:;. (Tomado de: La Revista Social, Lima, agosto 1887, pp. 219- 220). 108
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