Bolívar, Ayacucho y los tradicionistas peruanos

lumbraba y opacaba en belleza a todas las damas aristócratas de aquella noche. Se dirigió a Manuela y le dijo: "¡Hermosura!. puede honrarme con tu compañía en este minué?" Con mucho gusto, Libertador, dijo ella. Comenzó el minué, apretó suavemente las be~ llas manos de Manuelita, y sintió y quedó hechi~ zado todo el yo cupídico de Don Simón. El baile de la pieza era seguido y acompañado por más de cien parejas, y en cierto momento se desordenó mucho por el entusiasmo general. Y Don Simón iba apretando más y más hacia su pecho aquellos senos esculturales de Doña Manuetita, y en un instante se oyó un sonoro beso que le estampó el Libertador en los labios de la damita. Segundos después un más sonado bofetón se oía, y una de las mejillas del Libertador estaba más roja que un tomate por la manotada de la hermosa. La orquesta se calló, las parejas pararon de bailar y hubo un sil'encio profundo en la gran sala. (Alguien decía ahora a Manuelita: Te fusilan). Aprovechó D. Simón Bolívar el silencio. Habló a la concurrencia, sin dejar de tomar de una mano a Manuelita. "Señoras y señores: este gesto de la hermosa huamanguina, me ha gustado, pues indica digni~ dad y altivez. A cuantas he besado yo, confiado en el alto honor y prestancia de mi persona, pero ella ha puesto en su sitio al Libertador, y por lo tanto aplaudo y felicito la actitud de la bella Ma~ 116

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