Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución de Huánuco, Panatahuas y Huamalíes de 1812

118 ELLA DUNBAR TEMPLE consideraciones que le inspiraban su alta reflexión y talento; sin em– bargo del suceso, pretendo yo ahora corroborar mi pl~n agregando a Ud Señoría este como complemento de aquel para que lo transmi- . ta en igualdad al Excmo. señor Virrey, qµien con su superior discer– nimiento y resolución le dará, si lo merece, el giro que convenga, o que a lo menos se reconozca el mérito del autor que tanto se lastima de los imponderables gastos del Monarca que siente sin medida y que no cesa por salvarlos apurando arbitrios y medios aparentes pa– ra relevar de tan inmensas pensiones el real erario. Esta consulta la repito reservadamente a U. Señoría y al Excmo. ~eñor Virrey, si es de su agrado, sin que se remita al Cabildo para que no prodigue pareceres que excitan dolor a todo sensato. Mi cálculo no se endereza de ningún- modo a gravar a los ab– solutamente pobres, ni mi plan los comprende tampoco, los pobres que pueden sufragar esta pequeñísima contribución de cuatro pesos anuales son aquellos que se denominan tales comparativamente, por . contraposición a los que se les reconocen constantes, verdaderas y reales proporciones, es decir, que existen en un grado de pobreza in– proporcionable sólo con los ricos, o que son pobres porque no pueden igualarse con ellos, no porque carezcan de regular subsistencia, ni les falte para erogar desahogadamente la contribución propuesta en el plan para disfrutar de una privada tranquilidad, que es el verda– dero bien de donde resulta la común utilidad y la libertad de em– plearse francamente en cuanto quisiese y apurasen su industria en el lugar. Al discernimiento y discreción del ilustrado magistrado deja subentendido el plan se le gradúe más pensión al que tiene más, más al rico, al que reporta más bienes, más facultades, más brillan– tez y comodidades, por una justicia distributiva; no se niegan los más que como ponen la comunidad de la ciudad, si la prudencia de U. Señoría no quisiese beneficiarlos por las justas y bellas considera– ciones que con tanta madurez medita; bien reconocen todos y deben reconocer, que las prevenciones de un superior son mandatos, ape– sar de que se deseJ!tiendan. Muchas infelices mujeres expresando su regocijo por el arbitrio propuesto se producen tiernamente, se de– dicarán a hilar sin reserva por contribuir las primeras, recelando que por no plantificarse el proyecto informado quedasen víctimas de los peligros que teme su sexo; esto me lo han asegurado en mi pre– sencia innumerables, todos se complacen en un bien que no los gra– va ni los molesta en lo menor, pero rio se dignan contemplar la im– potencia moral de aquella soberana y benéfica mano que los ha con– servado hasta ahora, y siempre haciendo los más relevantes sacrifi– cios Y gastos por amarlos en unos tiempos de tantas calamidades in– digencias Y desgracias; apetecen la comodidad como no se perj~di-

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