Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución de Huánuco, Panatahuas y Huamalíes de 1812

52 ELLA DUNBAR TEMPLE tos pueblos se hayan despojados con riezgo próximo de su suerte por unos Gefes que olvidando los deberes de su cargo se contraían uni– camente á su conservación y prosperidad á costa de los inocentes y desgraciados ciudadanos. En el instante en que aquellos vieron arruinados sus proyectos criminales y horrorosos, estos tubieron ex– peditos los recursos para resolver á unir sus votos y sus esfuerzos con los de la capital, y deponiendo las insertidumbres que le habían alejado de la senda que conducía á la seguridad general, se vieron en el momento ménos esperado en el termino de sus deseos, tal es aquel en que hoy se hayan los habitantes del Perú cuando sin opresión ni violencia, sin tumultos ni desórdenes, ni engaños, ni preocupación, ·y con los datos de la mayor exactitud se resolvieron á reconocer y ju– rar la obediencia á la Junta Gubernatiba de la Provincia del Río de la Plata instalada por generales sufragios del Pueblo para que en nombre del Señor Don Fernando septimo lexitimo Soberano de estos Dominios concentrase en su fidelidad y celo y amor acreditado al Rey, la seguridad conservación de ellos y la prosperidad de sus habitan– tes-Bajo de este concepto, si es un deber del Gobierno su incesante desvelo en consultar la pública fidelidad y sociego dirigiendo á ese punto todas las lineas que trazan la consistencia del orden tal vez estrecha más los vínculos de la correspondencia en los subditos por quienes se toma el Gobierno la penosa tarea de conducirlos. Asi es consiguiente, que la unidad de sentimientos de los Pueblos uniforme la conducta del Gobierno que los preside; que apartados los obstácu– los de una fuerza opresora que causaba la combulsión politica, se siente sobre sus bases firmes y consistentes la gran masa de la so– ciedad civil, y que cesados los motivos en cualquier concepto que tur– baron los ánimos, se restituya la armonia, concordia, fraternidad, que exije la afinidad social por su natural tendencia á combinar la mutua seguridad y felicidad. Este es el momento de conocer mejor la buena fe con que se presentan los hombres á estrechar los brazos entre sí y con el gobierno congratulándole con sus fatigas y mere– ciendo su indulgencia.- Por tanto el Gobierno exige de todos sus miembros de la sociedad no una adversión y reconocimiento nominal, sino una racional que imponga la observancia á sus mandatos y una obsecuencia grata, voluntaria y de buena fé á sus insinuaciones, co– mo dirigida al preciso fin del bien general. No siempre ni todos se hayan capaces por las primeras impresiones de la importancia de un mandato, ó de las insinuaciones del Gobierno. Pero la confianza pú– blica en que descanza como en su centro hace diferente á la idea de la salud general propuesta para norma y suprema ley de la conducta de los ciudadanos. A esta respuesta les hace las siguientes preben– ciones y declaraciones - Primera que sob;reecerá en los procedimien-

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