Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución de Huánuco, Panatahuas y Huamalíes de 1812

LA REVOLUCióN DE HUANUCO DE 1812 55 lleguen á noticia de los habitantes del Distrito y nadie pueda alegar ignorancia de lo mandado y encargado, se publicarán por proclama y Bando en la forma ordinaria fixandose exemplares autorizados en los parages de estilo en esta Capital circulandose á las provincias de la Paz, Potosí, y Cochabamba para que los Gefes de ella las inserten á sus partidos y Pueblos para su mayor autoridad con prevención de avisar al recibo, publicación y resultas esperando de su celo, y vi– gilancia la puntual observancia de lo mandado que se promete el Gobierno Superior. Quartel General de la Plata. Cinco de enero de mil ochocientos once.- Dr. Juan José Castelli. Docm. NQ 89. Señor: Don Diego García Sargento Mayor del Regimiento de Infante- ría de Milicias de la Ciudad de Leon de Huánuco.......... : .... . Pero lo que merece una particular recomendación son las funes– tas ocurrencias en que ha sido desgraciadamente envuelto su Gobi€r– no, la criminal insubrrección que principiada en la perfida capital de Buenos Ayres ha procurado extender el incendio á todo este conti– nente, llegó á fin á prender en la desgraciada Ciudad de Huánuco a pesar de las medidas económicas y demasiado activas que tenía to– madas para contener el ímpetu de la convulsión general advertida se vió de improviso exaltado con una rebelión casi general de su Par– tido, sin armas, gente fiel, ni recursos para contrarrestarla. Sus primeros empeños de oposición le manifestaron lo improbo de sus esfuerzos. Tubo que abandonar su familia é intereses al fur9r de . los rebeldes por partir en solicitud de un auxilio militar capaz de sojusgar- la muchedumbre, y de restablecer el buen orden que dejaba persuadido. Así lo consiguió mediante la formal expedición con que regreso á su destino, en virtud de la qual hubo la gloria de ver en poco tiempo cortado el fuego, que rápidamente contaminó á las Pro– vincias comarcanas, que fuesen pesos [sic] los principales delincuen– tes y que con su castigo se ministrase un escarmiento público. Mas no pudo impedir el destrozo que durante su ausencia hicie– ron los rebeldes de toda su fortuna. La calidad de Europeo, y la re– presentación autorizada en que se hallaba eran para ello motivos de un implacable odio Asaltarón la casa y posesiones del Exponente, ro– bando quanto había y reduciendo todo á la mayor destrucción. De

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