Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución de Huánuco, Panatahuas y Huamalíes de 1812

56 ELLA DUNBAR TEMPLE suerte que de la noche á la mañana se vió el suplicante en una me– tamórfosis estraña por que de un estado regular de proporciones ad– quirido con su honrada industria y asiduo trabaj? fué trasladado al de la mayor mendicidad desaparecido sus fondos y hechas sus posi– bilidades el primer blanco de la hazaña de los Insurgentes. Este ominoso contraste debió alejarle de un territorio ingrato origen de todas sus desgracias pero no era dable que desertase del mando que se le había confiado, ni permitía su celo que el horroroso aspecto de su ruina defraudase las obligaciones en cuyo fiel desem– peño podía ser útil al servicio de Vuestra Majestad. Continuó en la Subdelegación redoblando sus esfuerzos y diligente cuidado, para so– lidar la tranquilidad que entonó el respetable impulso de las Armas Reales. Quando trabajaba en esto con feliz suceso sobrevino la abolida constitución y con ella la formación de juntas populares, que fue lo mismo que renovar el fuego que solo estaba sofocado. Bien notorio es el funesto comprometimiento que causó aquella mal acordada dis– posición como se enciendieron [sic] los ánimos para una Anarquía, la errada inteligencia que se daba á los delirantes derechos del Ciu– dadanato y en que punto se pusieron los territorios con una temera– ria preponderancia en el Pueblo sin fuerza alguna para contenerlo, y con la más decidida inclinación á sacudir la condición del vasallaje. Que momentos de amarguras tubo que sufrir el· Exponente! Que Com– promisos los que se le agolpaban para combinarse á la situación más critica en que verá prepararse una explosión más terrible que la que antes había precedido. En todo unas veces su entereza otras su sagacidad y prudencia, por último su incesante desvelo y activas providencias lograron ha– cerle conservar la nave de aqqel estado en medio de la más desecha tormenta. Ha concluido por fin en su gobierno pero con la gloria . de haber asegurado radicalmente la quietud de la Provincia y la su– jección de sus habitantes. Los desgraciados acontecimientos del Cuzco debían hacer mucha impresión en la mala disposición de los ánimos; mas todo se cortó y contubo: Se expulsaron los que podían causar alborotos. Y quedó afianzada la tranquilidad especialmen– te desde que se supo el feliz regreso de Vuestra Magestad á el Trono de sus Mayores en que el exponente trabajó quanto no es imaginable para atraer á sus subditos por exteriores impresiones á la fidelidad Y amor que deben tributar á el mejor de los Monarcas. Cesado ya el que habla en su mando por el vencimiento del tiem– po no solo queda sin destino sino en imposibilidad de tener con que

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