Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución de Huánuco, Panatahuas y Huamalíes de 1812

I De: El Dilatado Cautiverio, baio del Gobierno Español, de Juan Bautista Tupamaru, 5!> nieto del último Emperador del Perú. Buenos-Ayres: Imprenta de los Espósitos, s.f. [1826 ?] , págs. 27-38. Pero el año 13 el primero de junio se me presentó D. Marcos Duran Martel, hombre que ha desagraviado á la naturaleza de ·cuanto los <lemas la habian injuriado en mí mismo; se ha mostrado como una mano tutelar destinada á salvar mis dias, y hacerme gustar en los últimos de mi vida los encantos de la amistad. Luego que se me dió á conocer como un americano perseguido como yo de la tiranía, le ofrecí mi casa, le dí en ella la hospitalidad de un amigo, hize en él la efusion de mi corazon; todo lo hicimos comun como hermanos y él hizo mas: viendo que á mi edad octogenaria el cultivo de la tierra era muy honeroso, se hizo cargo de él, y ultimamente me eximió de todo trabajo, y solo cuidó de conservarme tranquilo y có– modo; es muy laudable todo el esmero y prolijidad con que procuró obtener este objeto, por cuya consecucion tan costosa como le ha sido no podia ·preveer ninguna recompensa mas que la satisfaccion de su corazon. La esperanza de mi libertad ya muerta y la de volver al Perú, con la · pintura mas alagüeña del nacimiento, espíritu, y progresos de la revolucion en América fueron los resortes que tocó para causar en mi alma el trastorno mas saludable y extraordinario que se puede sentir en esta edad: sin fatigas corporales, con nuevas y dulces sensaciones que no había tenido en 40 años, el mundo y mi situacion eran totalmente nuevas. Luego que renació en mí la es– peranza de volver á America fué mi mas violento deseo: tan larga mansion con los europeos no había producido ningun vinculo en mi corazon acia nada, ni nadie; me hallaba despues de este espacio de media vida lo mismo que el primer dia de mi llegada, y si tenía mi corazon algo demas era el cúmulo de males que había sufrido y la aversion que las fieras podian inspirar. Tal vez esto se atribuiría á alguna insensibilidad, mas, o solo conozco ser efecto de una muy esquisita que podía- disc~rnir lo que en Europa se ha sostituido a la de la naturaleza que es la sumision mas vil al dinero. La vejez rica puede contar allí con todos los socorros de las luces y la industria, ella tiene poder y comodidad: la vejez pobre excita el desprecio y

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