Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución de Huánuco, Panatahuas y Huamalíes de 1812

84 ELLA DUNBAR TEMPLE y la hospitalidad humana y generosa, de D. ·José Gonzalo, y la faci– lidad con que el vicario eclesiástico le permitió á mi compañero decir misa, mejoró mucho nuestra posicion; al favor de ella estube san.o del brazo á los 4 meses. Había cuidado siempre mi compañero en la debilidad de mi si– tuacion de ocultarme los obstáculos para mi libertad antes de haber– los vencido, mas aquí viendo que para hacerlo era nesesario mi coo– peracion, me dijo que mi libertad todavía no era un bien con que podía contar totalmente, que tenia solamente la precisa para intro– ducirnos furtivamente á Gibraltar, Y. que para esto contabamos con la proteccion de un hombre que la había prometido. Por 18 meses nos alimentó esta esperanza, y al cabo de ellos nos desengañamos que este mismo hombre con aire de benefactor, solo nos había que– rido vender este bien: cuando él vió que no podíamos satisfac~r su codicia nos aseguró la imposibilidad de servirnos. Ento~ces tambien conocimos con mas claridad que no podíamos conseguir nuestra fuga sino por un desembolso, superior á nuestra capacidad; y esta se ha– bía empeorado por nuestra larga mansion, y porque el apoderado Francisco Irnardi, para cobrar en Ceuta, aunque había merecido nuestra confianza por haber peleado por la causa de la independen– cia en Caracas, pertenecía mas á su nacion por sus principios que podía por aquel motivo pertenecer á nosotros y á la moral: él se negó haber recibido nada para mí; convencido por el testimonio del mismo tesorero que le dió mis pagas, y despues de toda la inter– vencion de la autoridad se quedó con una que desesperé de cobrarla porque ví que lo protegía este misma autoridad, en quien él hábito de despreciar los derechos de los americanos podía mas que la con– tradiccion que hacia ver en esta conducta con los principios -que proclamaba. Ya no nos quedaba sino un arbitrio y era para nosotros el mas violento, y del que generalmente se nos presagiaba un mal suceso, era el de hacer una rel'resentacion á la superioridad; la hice por las invitaciones de mi compañero, y por el recuerdo de las promesas que había recibido de D. Agustín Argüelles estando este preso en Ceuta con migo, y la dirigí por el conducto del gobernador de esta, y por el de aquel caballero. La contestacion de este fue mandarme la li– cencia de mi libertad y una carta de atencion al correo inmediato. Pudimos de esta manera encaminarnos á Cádiz sin .embarazos. Alli el juez de arribadas mandó el cumplimiento del decreto de las cortes que señalaba 10 reales diarios á los americanos que tenían mis cir– cunstancias, en su virtud se me dió la cantidad de cinco meses, y nos mandó aguardar en Algeziras todos los <lemas socorros para nuestra

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