Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución de Huánuco, Panatahuas y Huamalíes de 1812

86 ELLA DUNBAR TEMPLE el dulce presentimiento de que en la suerte que le preparaban sus vicios escarmentarían tal vez los europeos de la ambicion de domi– nar la América, y cuya satisfaccion siendo inseparable de la injus– ticia de la usurpacion y <lemas defectos que se les asocian, los lleva– ría al mismo término. Mi situacion en la vuelta á América fue á algunos respectos enteramente opuesta á la que tuve cuando mi remision á España, aunque á otros fue igual: tenia 84 años, pero las heridas de mi co– razon habían sido profundas y repetidas por la mitad de este espa– cio para no conservarse vivas y hacerme juzgar con exactitud del contraste que hacian los cuidados y dulzura de mi compañero con la tiranía y aspereza de los que me condugeron á España, y cuando no hubiese conservado esta memoria, el capitan Hague del buque Retrive en que veniamos me la hubiese despertado: me ha hecho creer ademas que fue seguramente de los que hacian el comercio de negros . La exposiciori de nuestra miseria no le impidió tomar por nuestro pasage doscientos pesos y ponernos asi en estado de embar– carnos solo con cinco libras de tabaco por todo rancho. mulas no tienen realidad, sino por todas estas verdades que sin parecer allí, hacen no obstante su base. Una nacion tomada en masa supone pues que el legis– lador está perfectamente instruido de todas las relaciones de los individuos entre si, y que sus intereses respectivos pueden reunirse en el mismo punto central que hace la felicidad relativa de cada uno de ellos y por consiguiente la de la nacion. Si el legislador no tiene esta fórmula, es inutil la ley, porque ella es sin base. Para llegar á este fin la polícia proveia á los Incas con seguridad todos los medios: puede formarse alguna idea por la division siguiente. Las familias de cada pueblo estaban divididas e~ decenas: á la cabeza de cada una de ellas estaba un oficial. Cinco de estas decenas estaban subordinadas á otro oficial, y dos de estos ó cien familias dependian de un tercero que tenia la lista de las cien familias y de sus decuriones respectivos. Cinco de estos oficiales que tenian cien familias estaban precedidos de un jefe que tenia por consiguiente quinientas familias; dos de estos jefes formaban el departamento de mil fami– lias que se allaba subordinado á un jefe supremo que en cada luna, ó mes recibía la razon de la administracion de cada oficial, empezando gradualmente desde el que tenia 10 familias bajo de su inspeccion y la trasmitía á otro oficial para que este la pasase al emperador. Estos estados mensuales se referian á la educacion, subsistencia y moral de las familias. Todos saben que la autori– dad pública dirigía la primera, proveía á la segunda y que el trabajo era la base de la última. ¡Qué espectáculo! ** [Nota de la obra] (1) El primer jardin de Europa fue el de Padua formado por un decreto de la república de Venecia el 30 de junio 1545. Ber– nardo Diaz, que acompañó á Cortés, Herrera, Solis refieren que en América h~bian jardine~ d.onde se cultivaban plantas medicinales para la utilidad pú– blica; por cons1gmente fueron mas antiguos que en Europa y se podria correr sobre todo el cuadro científico de Bacon con igual certidumbre para mostrar esta verdad si los límites de este papel lo permitiesen.

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