Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución de Huánuco, Panatahuas y Huamalíes de 1812

IV ELLA DUNBAR TEMPLE yoría de ellas con identidad de motivaciones y formas de acc1on, persistentes, asimismo, en las rebeliones de la masa india de los fi– nales del siglo XVIII y principios de la décimanona centuria. Cabe anotar, como una de las tantas constantes históricas de esos movi– mientos de subversión, que casi todos se ampararon bajo la égida nostálgica del mito del Incario, utilizando sus dirigentes la influen– cia telúrica de su fuerza revolucionaria en los indígenas.(2) La rebelión de Huánuco, Panatahuas y Huamalíes, por su mag– nitud y repercusiones superiores a todas las habidas anteriormente, con excepción de la encabezada por José Gabriel Túpac Amaru, y por su pr,evalente carácter indígena y de entraña peruanísima, ofrece un rico campo de investigación, análisis comparativo y de interpr·eta– c10n. La bibliografía histórica sobre el t-ema, con alguna excepción, se ha detenído sólo en la historia externa de la rebelión, sin pulsar su potente contenido ideológico, la multiplicidad de sus causas concu– rrentes, la complicada trama de su realidad humana y, en especial, sus exactas dimensiones y caracterización dentro del cuadro históri– co de la época. (2) En el proceso incoado en el Cuzco, el año de 1572, se imputa a Don Carlos Inca, hijo del españolizado Paullu Inca, el cargo de delito de "lesa ma_ jestad" por haberse hecho llamar "Capac" y jurado como príncipe a su hijo Don Melchor; y la conjura se califica por el Juez Loarte de "pro– bada rebeldía" y "delito de levantamiento".. El propio Don Melchor fue sindicado, por los años de 1600, de cabeza en lo.s presuntos conciertos le– vantiscos tramados en la Ciudad Imperial, donde se explotaba por 'los descontentos" su calidad de vástago de la nobleza incaica. El año 1601, en los alborotos del Cuzco y Huamanga, que termi– naron con el lastim030 suceso de la ejecución del buen caballero Don García de Solís Portocarrero, aparecen complicados dos descendientes de la estirpe imperial de los Incas, uno de ellos D. Alonso Titu Atauchi. La sublevación de Oruro de 1737, encabezada por D. Juan Vélez de Córdova, enarbola como bandera el nombre de un descendiente de los Incas, presumiblemente D. Juan de Bustamante Carlos Inca, se pretende "restaurar el Imperio de .los Incas" y el Manifiesto de agravios, reviste un trascendental contenido precursor. Cf. El:la Dunbar Temple, Don Carlos Inca. En "Revista Histórica", Tomo XVII, ·Lima, 1948, pp. 173_74; Id. Los Bustamante CO/f'los Inca. En "Mercurio Peruano". vol. XXXVIII, num. 243, Lima, Junio, 1947, págs. 291-92; Id. A zO/f'osa existencia. de un mestizo de sangre imperial incaica. En "Documenta", I, Lima, 1948, págs. ~27-28. Id. Marcos Beltrán Avila, Capítulos de la, historia colonial de Oruro. La Paz, 1925, págs. 58-66. Id. Boleslao Lewin La rebelión de Túpa.c Amaru Y · los orígenes de la Emancipaci6n A rr:,ericana. Buenos Aires ( 1957), págs. 118_120. ·

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