Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución de Huánuco, Panatahuas y Huamalíes de 1812

XXX ELLA DUNBAR TEMPLE pletainente a aquellos guerreros"; la misa de campaña en celebración del triunfo; la liga de los pueblos insurgentes, prontos "a la primera orden que se les impartiese" para acudir a la resistencia; la activa participación de once pueblos y todas las haciendas de la doctrina del Valle; el apoyo ofrecido por la indiada del Huamalíes; la inva– sión y la entrada a saco de la ciudad; y el típico requerimiento del General en Jefe Gonzalez de Prada a los rebeldes, antes d,e iniciar la acción final que culminó con el triunfo realista. El propio lenguaje de los insurgentes adopta giros con reminis– cencias revolucionarias afrancesadas. En uno de los oficios de los religiosos, entre los cuales figuraba el P. Villavicencio, se describe el furor de las turbas desenfrenadas durante la invasión y saqueo de la ciudad, los asaltos a moradas, tiendas y conventos, protanando hasta el sagrado depósito d.el Sacramento; y su desfile por las calles llevando en triunfo la cabeza de uno de los decapitados, añadiendo el relato que eran "semejantes a los santcullotes de la Francia". De gran importancia en este expediente es el verdadero Mani– fiesto enumerativo de las Causas que motivaron los movimientos que hicieron los indios revo"ffucionarios de Huánuco, firmado por los cabildantes huanuqueños, a la cabeza de los cuales figuraba Crespo y Castillo, pero cuya redacción, a tenor de los testimonios, se debió a la pluma del P. Villavicencio, aunque el estilo refleja ciertas simi– litudes con la "Carta de Ceuta" del P. Durán Martel. Núcleo fundamental de la sumaria es la pesquisa ordenada por González de Prada sobre .el intento de la creación de una Junta Gu– bernativa Provisoria, con la activa participación de los miembros del Cabildo y de los religiosos criollos y mestizos y en la cual, como decía el Intendente, "se imitaron las pérfidas ideas de la Junta Revolu– cionaria de Buenos Ayres". Explicable era que González de Prada, con su larga y accidentada experiencia en la Intendencia de Cocha– bamba, se alarmara grandemente al tener noticias de esa Junta que adoptaba ·1as modalidades fidelistas de las demás americanas de su índole, pero cuyos ocultos alcances se atisban a través de los testi– monios y careos de la pesquisa. La sagacidad del Intendente, su rá– pida toma de conciencia de la gravedad de los sucesos, así como la inmediata acción bélica y la carencia, por parte de los rebeldes, de un jefe decidido y capaz, impidió que Huánuco fuera tal vez cabeza, en 1812, de un foco separatista en el Perú. Las comunicaciones de Crespo y Castillo y de Durán Martel y otros de los jefes insurgentes a Gonzales de Prada, asegurándole que se había jurado a Fernando VII y acatado al "Augusto Rey y Cortes que nos gobiernan" fueron calificadas con justeza por el Intendente de "capciosos oficios" (fs. 36 v.). Por otra parte, al mismo tiempo

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