Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución de Huánuco, Panatahuas y Huamalíes de 1812

352 ELLA DUNBAR TEMPLE /.88 Después de haber trabajado tanto, y aunque sin fruto, a pesar de estar incidiada nuestra vida por los insurgentes, en persuadir lo necesaria que era la entrada de su Señoría en esta Ciudad para re– medio de los males y desgracias acaecidas, concebiamos ya justamente que la exp-eriencia de la completa victoria, y derrota que tuvieron para Vuestra Señoría los refractarios ayer 18 del que rige, podría convencerlos de la ineptitud de sus fuerzas, para procurar retirarse, y no hacer resistencia hemos sabido con certesa, que los seductores han estado haciendo revolver a los yndios que casi todos iban huyendo en tropel á sus pueblos para que reunidos ( Al margen: puedan) formar un fuerte en Visaca-ca, entrada de la Ciudad, á impedirla; este echo vergonsoso que hace un aire depravado y desorranble a los fieles ve– cinos del lugar, se nos hace preciso no ocultarselo á Vuestra Señoría ( Al margen: reservadamente) para que resuelva, si le parece la pron- titud de su entrada, a fin de impedir el que tomen éstos nuevas dis– posiciones convocando gente, y que cresca mas su rebelión. Vuestra Señoría prudentemente verá en esto la sinceridad de nuestro corasón que tanto apetece el sociego, y resolverá lo más conveniente para el remedio de tantos males que ya fal-/ . 88 v tan fuerzas para tolerarlos. Dios guarde a Vuestra Señoría muchos años. Huánuco, y Marzo 19 de 1812. Ramón Moreno (Rubricado) . Manuel Thalancha (Rubricado). / .89 (Al margen) Señor Yntendente Don José Prada. Huánuco y Marzo 12 de 1812. (Al margen) Nota: reciví el presente oficio el 19 de Marzo de 1812, un día antes de entrar a Huánuco. (Rúbrica). Mi venerado Señor: Acaso parecerá á Vuestra Señoría estraño no haberle escrito desde que acaeció el lamentable suseso de la revo– lución en esta Ciudad, tan digna de las mas inagotables lágrimas. Llenos los caminos de los voraces insurgentes, y de centinelas, que de todo se informaban con el atrevimiento de abrir cartas, como lo hicieron con el Oficio que Vuestra Señoría dirigió al Cavildo desde Paseo, no permitían a mi espirante corasón el consuelo de hablar, y escribirle sobre el pronto remedio de este trágico negocio, por que correría la misma suerte mi carta; y si en ella, como era justo, me vertía pidiendo el socorro á tantos males, y desgracias, tendría por premio de estos réprobos la muerte, y el deguello, como a cada ins– tante lo prometen por la más leve acción j usgandose árbitros de la

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