Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución de Huánuco, Panatahuas y Huamalíes de 1812

XXXVIII ELLA DUNBAR TEMPLE mamento, la belicosidad de los indios y la fuga de las autoridades y europeos. Se verifica, una vez más, la unión masiva de los vecinos criollos y mestizos, voluntariamente o por temor, con la indiada in– vasora; y, los encuentros bélicos se califican de "batallas" por los propios actores de la insurrección. En los relatos de los saqueos de la ciudad y haciendas huanu– queñas se proyecta nuevamente la visión de un abigarrado conjunto, no sólo de indios, sino de mestizos, diversas castas, y aún criollos de la plebe, con una cierta organización inicial y jefes sindicados; y es interesante destacar que los indios alegaban, como justificación de sus latrocinios, el título de la "compensación". Esas descripciones de la invasión y los asaltos sin permitir ni el refugio de las mujeres "para que las matasen los indios", se caracterizan tambien en este testimonio por el más patético realismo y definen los rasgos socio– lógicos de la plebe ávida e incontrolable. Justamente esa tipicidad de delito colectivo, de imposible individualización de los responsables, obligó al Intendente a formar procesos apartes de los saqueos, con separación de los reos indios cuyos actos vandálicos y docilidad a las perversas sugestiones, inducen a plantear en este proceso al P. Villavicencio la curiosa pregunta de si cree que los indios "son ca– paces de discernimiento", interrogación que conlleva reminiscencias de las polémicas surgidas a los inicios de la Conquista. Los rebeldes huanuqueños respiran por su parte igual rencor contra los "europeos" y la autoridad de González de Prada se des– conoce totalmente. De las prolijas especificaciones de las pruebas -se allegan nuevos datos sobre esa. rivalidad de larga y latente madu– ración. Los testigos, en forma sistemática, afirman que todo Huá– nuco aborrecía a los chapetones porque monopolizaban los cargos y centralizaban el giro comercial. El expediente ofrece inter.esante caudal informativo sobre los dos caudillos principales de la insurrección de Huánuco. Por lo que respecta a la personalidad de Crespo y Castillo, no existe tampoco correspondencia entre el testimonio que comporta este documento y los argumentos ya mencionados que esgrime el jefe rebelde en su confesión y defensa. Los diversos deponentes afirman que cada vez que llegaban pliegos y proclamas de González de Prada, Crespo y Castillo convocaba a los pueblos y los arengaba en lengua índica, sosteniendo que ya no había Rey ni autoridades y reiteraba que él asumía el mando de las siete provincias de la Intendencia. Prevenía que mientras él viviese no volverían los europeos que sólo querían acabar con los criollos, instaba a la indiana a r,esistir con balas y pólvora y ofrecía mantenerlos con su ganado vacuno. Se relata su fuga en una mula, con un cuchillo, espadín al cinto y una escopeta

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