Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución de Huánuco, Panatahuas y Huamalíes de 1812

LA REVOLUCióN DE HUANUCO DE 1812 XXXIX descompuesta, rumbo a las montañas. En su recorrido por Quera o Pachacoto, Pumacucho, Pachabamba, los indios lo ayudaban a re– mudar mulas y él los alentaba diciéndoles que iba a esconderse y a encontrar a Castelli; y cuando se vio perdidó, en el lugar de Secina de las montañas de Zapán, donde lo aprehendió Martín Yabar, le pidio a los indios que lo degollasen e intentó el mismo poner fin a sus días. Su participación en los combates de Ambo se confirma por mu– chos testimonios, al igual que su vinculación con Fr. Marcos Durán Martel. Tenía con él frecuentes entrevistas ·en su casa y en una de ellas le prestó su ejemplar de la "Curia Filípica" de Hevia y Bolaños. Sus cartas a los pueblos y otros documentos comprometedores se ha– llaron al hacerse el inventario de sus petacas. Si bien son las cir– cunstancias las que decidieron su destino y no su propia actitud vi– tal, los testimonios ofrecen pocas dudas acerca de su acción militante en la rebelión y de su enconada posición incriminatoria contra los "españoles europeos". Su propia confesión revela sutiles matices que no concuasan con su declaración de incapacidad mental. Al ser inte– rrogado acerca de su conocimiento de los sucesos de Buenos Aires, contesta que si bien no los conocía en globo, sabía que los criollos estaban en guerra con los .españoles; y a la pregunta referente al dicho que se le atribuía de "muera el mal gobierno", se limita a res– ponder que los jueces españoles eran malos. José Rodríguez, .el segundo de los ajusticiados en la rebelión, aparece induciendo a los indios con pasquines y arengas a terminar con los "europeos"; y en los combates de Ambo surge su figura, siempre a· caballo, capitaneando 1,000 ó 2,000 indios, con bandera enarbolada y seguido de sus familiares. En su confesión alega que pasaba su vida en los montes y que los chapetones "le engañaban su sudor". Como dato interesante cabe señalar que, según testimo– nios, en una reunión con Durán Martel sacó un pliego con un águila pintada, con aves y un letrero al pie en los términos siguientes: "un lucero de asero obscurecerá .en Huánuco". El propio Rodríguez aclara que era una pintura de un águila de muchas flores, en negro y colo– rado y en letras de los mismos colores se decía "El lucero está eclip– sado"; que lo trajo del Cerro donde había otros y que Durán Martel le dijo que era útil "para formar otros pasquines". El origen de esta pintura se aclara con la declaración de Manuel Reyes, el cual expresa que en el Cerro un bordador le v.endió esa pintura y al mostrársela a Rodríguez se quedó con ella y se negó a su devolución. No menos importante es en estos autos la actitud del clero, criollo y mestizo, del orden regular y secular. Los religiosos huanuqueños no excusan el declarar a cada paso contra los frailes españoles, ale.a gando entre sus agravios, que no querían recibir cholos en sus con-

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