Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución de Huánuco, Panatahuas y Huamalíes de 1812

390 ELLA DUNBAR TEMPLE cer, a cuya hora empezaron a retirarse todos los que havian con– currido por saverse venían los Yndios en mucho numero a cortarnos la retirada. Mojado por el aguacero de toda la noche me encamine a mi casa a mudar ropa. Desde ella vi salir de fuga a Don Nicolás Berrotarán, Don Francisco Yngunza, Don Ygnacio Prado, y otros , arios Europeos de representacion en la Ciudad, y ultimamente al Subdelegado del Partido Coronel de Caballeria, y los demas vecinos Europeos y Criollos de viso. E5tos dijeron iban a traer aucilios para oponerse al enemigo con lo que se aquietó mi sobresaltado corazón, y mucho mas quando se me aseguró que los Yndios se sosegavan lla– mando a Don Domingo Berrospi. Al pasar este para el lugar en donde aquellos se hallavan, me ordenó mandase yo quitar todas las banderas de las puertas donde havia licores, y que intimase a los bendedore no se bendiese a los Yndios licor alguno bajo ningun pre– testo. Asi lo hice, y esta medida de precaucion la mejor que podía tomarse en las circunstancias, me puso a riesgo de perder la vida, pues los Yndios savedores de haver sido yo quien la ejecutó, se diri– jieron contra mi con las mas terribles¡ .v 4 s amenazas que huvieran llevado a su colmo si no tomo la precaución de esconderme en casa de los Señores Berrospis, donde se refugiaron tambien las familias de Don José Baldizan, de Don Juan de Echevarria, de Don Manuel Alearas, de Don Francisco Aranda, de Don Alfonso Mejorada, y Don Santos del Barrio. Todas estas familias, Don Manuel Talancha, y Don Pedro Rodrigues podrán decir qual fue mi conducta en aquellos momentos en que temíamos todos ser victimas del furor de los Yndios. Viendo que la casa en que nos refugiamos era de algun respeto para los Yndios, conduje a ella mi familia en donde permaneció con las demas la noche del Domingo 23, llena de sustos. El 24 empesaron a venir los Yndios á pedir a los Señores Berrospi papeles de res– guardo para bolverse a sus Pueblos y evacuar la Ciudad. Pensando er esta v.ez una medida para aquietarlos mientras llegase el socorro que aseguraran los Gefes iban a traer, me interesé se les diesen di– chos resguardos, como en efecto se les dieron ponjendolos de mi puño, sin expresar cosa alguna que pudiese causarno responsavilidad, y i llenos de voces, todo con el intento que se r·etirasen. En efecto emprendieron la retirada conducidos por Don Domingo Berrospi; mas José Contreras los bolvió a traer, y les hizo reno, ar el aqueo mas horroroso. Este cholo el mas encarnizado contra todos lo blan– cos no pudo ser contenido por respeto ni razon, y tratando yo de aquietarlo con buenas palabras desde la casa de Berrospi, me increpó muchas veces, y me ofrecio traspasarme con una espada llamandome traidor. Viendo que el fuego crecia, y que los Yndios Capitaneados por Contreras ofrecían a gritos acavar con la Ciudad, determine mi

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