Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución de Huánuco, Panatahuas y Huamalíes de 1812

LA REVOLUCIÓN DE HUANUCO DE 1812 391 fuga de ella, como en efecto la emprendi con mi muger, mi suegra, y familia, conducidos hasta el Puente del Tingo por Fray Mariano Berrospi, y acompañados de la familia de Don Manuel Alearás, la muger de Don Alfonso Mejorada, y Don José Ponze. Sin aver el paradero de los <lemas yo me fui a ocultar en Vicsococha chacra de Don Nicolás Rosas, abuelo de mi muger en que me mantuve ocho dias; pasados ellos, y con noticias de estar ya la Ciudad tranquila con patrullas y guardias, determine regresar a ella con mi muger y familia, y para asegurarme en mi enida escri\·i a Don Domingo Berrospi si podia hacerlo con seguridad. Su esquela en respuesta que presento, da a conocer claramente que no des·eava yo v.enir a una poblacion dominada por los Yndios, y si a mi casa de donde me/ v hizo fugar el desorden y furor de los sublevados. Volvi en efecto a ella con las seguridades que me ofrecía la esquela de Berrospi y unido a los fieles al Rey que havia en la ciudad esperavamos por momento~ el aucilio qu.e se decía venir del Cerro Mineral para la Ciudad. Hasta aqui nada hay en mi conducta que pueda ofenderla con la menor mancha y si hasta esta epoca fui un buen vasallo del Rey, lo fuy tambien en la segunda imbacion de los Yndios en la Ciudad. El martes tres de Abril supimos en la Ciudad que los Yndios bolvían con determinacion de oponerse a los Europeos que se decia estar en Ambo. En efecto se juntaron en la Ciudad y capitaneado a un numero considerable de ellos Antonio Espinosa y José Rodrí– guez, el primero enemigo irreconciliable mio por haverlo perseguido por sus exesos en la montaña en el tiempo que fuy Alcalde de la Quebrada acerca de esta misma insurreccion. El temor de que este no se valiese de los Yndios para vengarse de mi me hizo ocultarme en casa de Don Manuel Berrospi, despues en la de su hijo Frar Mariano, y ultimamente saltando por las paredes en la de Doña Mer– cedes Andrea, dando tiempo a que pasasen los Yndios que hacían ir consio-o a quantos encontraban con las mas fu,ertes conminaciones. Por mas diligencias que hice para no encontrar en la calle ninguna partida de Yndios no pude excusarme de caer en las manos de una que me llevó hasta Visacaca con el destino de ~mpe ar a trabaja1· un fuerte para impedir la entrada del auxilio. Llegué y con mil a - tucias y peligros pude lograr bol erme a la Ciudad y encontrando guardias en el puente del Tingo que me impedían el paso, les ofreci el hacer guardia en el puente; con esto quedé allí hasta que descui– dados bolvi a ocultarme en mi ca a y no juzgandome seo-uro en ella. pasé la noche ,en casa de Don Tomas Medrano. Por la mañana a– viendo que los Yndios andavan de/. 44 casa en casa sacando a los ve-

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