Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución de Huánuco, Panatahuas y Huamalíes de 1812

394 ELLA DUNBAR TEMPLE todas partes, amenasado con la muerte por los insurgentes por no haver seguido su Partido, esperando por momentos la Uegada de es– tos barbaros, deseando salvar las vidas de Don José Gonzales, y Don Fe-lis Ramires, savia governava los Yndios Don José Castillo hombre de poco talento, y a quien podia engañar ¿ Y no fue un recurso acer– tado la carta que aparece en el proceso, para salvar mi vida, la de Don José Gonzales, y Don Felis Ramires, y impedir no viviesen a la montaña los insurgentes? Fuelo sin duda, y no podía hallarse otro en el conflicto, ó quando menos no lo encontré. El hombre no esta obligado a imbentar en la angustia el modo de ·evitar el riesgo que imbentaria en la tranquilidad, y no debe sufrir por que no se pro– puso lo mejor. La razon se turba, y en su descon-/ .v cierto no ve lo que en la seridad. Yo no se aun lo que debi haver echo en aquellas sircunstancias, pero si conosco que de poco huviera aprovechado a la causa comun haber yo perdido mi vida, y echo perder la de Don José Gonzales y Don Felis Ramires, negandome abiertamente a las intenciones de los insurgentes. Estas vidas eran las que me propuse salvar, y para ello engañé a Don José Castillo con la carta. A la simple vista de ella se conoce el objeto con que fue escrita: Este fue hacerle descansar en mi, y que no tomase parte otro providen– cias contra los que estavamos en la Montaña, y para esto le pido ser su Teniente. Si mi objeto huviera sido lograr este ó algun otro in– fame empleo en la rebolucion, huvieralo solicitado en la ciudad del mismo Castillo para quien no me huvieran faltado relaciones, y no poT una simple carta desde la Montaña, a donde fui profugo, sin haverlo hablado a mi partida, y lo que es mas ocultandome de él por no haver servido a los insurgentes a quienes el Capitaneaba. Si le digo que perseguire a los Europeos que se hallan allí, fué por que no mandase otro mal intencionado a perseguirlos. Bien savia yo que no havia otro que Don José Gonzales, y vease en la misma carta el modo ,en que lo disculpo, lo mismo que a Don Felis Ramires a quien suponía yo se tratava de perseguir. Si este no fue el mejor modo que pude imbentar para consultar mi seguridad, y la de los demas, j uzquen qual seria quienes puestos en el conflicto en que me hallava saven quanto es capaz de temer el hombre, y cuales son los aciertos de un corazón sobresaltado. Vuestra Señoría es un Magis– trado tan savio como prudente, y no ignora que en la angus-/ . 46 tia nada nos parece acertado mas que aquello que consulta nuestra segu– ridad personal. Esta fue la que tuve presente al escribir la carta lo mismo que las de Don José Gonzal.es y Don Felis Ramires y no di un solo paso en favor de la insurreccion. Mas nunca nos deja de dar el consuelo que necesitamos en la ang·ustia el Dios que ve nuestra tribulacion, y tal me lo da a mi en

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