Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución de Huánuco, Panatahuas y Huamalíes de 1812

LA REVOLUCIÓN DE HUANUCO DE 1812 XLI laces argumentos de que se les iba a privar de sus tierras, exhor– tándolos en su lengua a terminar la empresa con el prometido au– xilio de 5000 indios de Huamalíes. A la entrada de la indiada a la ciu– dad, Durán Martel continuó su campaña de incitaciones y arengas en quechua; y consta en los actuados que increpaba a las masas di– ciéndoles: "Ya ves que buen proyectista soy, y ustedes tenían miedo, ahora no habrán más chapetones". Estaba, asimismo, como hemos visto, en conexión con los jefes rebeldes huanuqueños y los testimo– nios lo sindican como autor de la revolución, participante en las reu– niones de la Junta Provisional y redactor de pasquines que hizo cir– cular hasta en el Cerro. Según los testimonios, Fr. Marcos andaba siempre por las calles de Huánuco o se detenía en las esquinas leyendo y formando corri– llos para seducir a los huanuqueños. Utilizaba frases de gran efecto persuasivo como aquellas de que "los mozos de Huánuco no tenían calzones y que si él no tuviera hábitos en el día castigaba a los cha– petones él solo", porque venían a '·'hacerse acaudalados a costa del sudor de los criollos"; y los instruía acerca de los acaecimientos de Santa Fe y Cochabamba donde ya "habían pasado a cuchillo a los chapetones". Su figura humana se perfila como la de un hombre adusto, que no comía en el convento porque se llevaba mal con el prior, poco amigo de los coristas y que sól~ acogía en su intimidad al P. Villavicencio. Tenía familiares en la ciudad, .entre ellos su her– mano Pedro Durán Martel, con tienda abierta de abarrotes y que testifica en los autos, y otros parientes como doña Ciriaca Martel; y estaba también emparentado con el caudillo insurg.ente D. José Rodríguez. Durán Martel, "el capitán de los alzados indios y mestizos", como lo llaman en algún documento, había convertido su celda en un ver– dadero centro de agitación revolucionaria. Allí se redactaban los pasquines y se señalaban los sitios donde debían fijarse, almacenaba piezas de artillería y dos cañones de maguey que él había fabricado , discutía con el P. Villavicencio el modo de perfeccionarlos y cargar– los; y en su celda también recibía a los emisarios de los pueblos de indios. Es interesante indicar que guardaba también la pintura de un águila con aves y letras de acero oscurecidas, posiblemente la misma ó una copia de la que poseía José Rodríguez. Su posición contra los europeos es muy definida. Sostenía que sólo los criollos debían ser jueces "como en Arequipa" y no debían sufrir más las prisiones injustas y los castigos que les infligían los europeos, alentándolos a defender a la Patria y arrojar a todos los chap.etones. Aconsejaba a los huanuqueños los mejores medios de acabar con ellos, como por ejemplo golpear a sus puertas y liquidar-

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