Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución de Huánuco, Panatahuas y Huamalíes de 1812

LA REVOLUCIÓN DE HUANUCO DE 1812 XLIX Es interesante destacar, como tónica del ambiente g,eneral, que los de Huamalíes designaron ".embajadores" ante Crespo y Castillo y con tal investidura viajaron a Huánuco, entre otros Francisco Aro y José Tolentino, los cuales al regresar relataron el recibimiento del caudillo, rodeado de indios Panatahuas, su elogio a la fidelidad del pueblo de Marías y sus declaraciones a los enviados, entre ellas que ya no había más Rey que Castelli. Se percibe del examen de los actuados la insurgencia general de todo el Partido de Huamalíes, la liga de los pueblos, en particular los d.e Obas arriba, y la participación no sólo de las doctrinas de Baños, Jesús, Pachas, Llacta, Singa, Chavín de Pariarca, Huacra– chuco y Huacaybamba, sino también de los anexos, en especial los más exaltados de Marías, Chuquis, Margos, Chupán, Rondos, Yacos, Ovas, Chavinillo, Aguamiro, Jicán y Sillapata. No estuvieron tam– poco al margen de la agitación las haciendas ganaderas, las estan– cias de los páramos y los obrajes de ropa de la ti.erra, uno de los principales comercios del Partido, junto con el de la coca y casca– rilla. No menos sugestivo es el ambiente bélico de los pueblos indios. Se tocan campanas para convocar a las huestes indias y desfilan los pueblos con sus capitanes. José Briceño de Chupán, Romualdo In– ga y tantos otros, con sus armamentos típicos, hondas o "riquis", llevando sus banderas coloradas y atambores; y se resguardan en las ásperas alturas de las quebradas o se emboscan en los pasos más p.e– ligrosos de los caminos. Fue tan violento el carácter de la insurrec– ción que el Protector de Naturales la calificaba de un río imposible de contener, y los indios de Santiago de Rondos alegan que la sedi– ción se propaga "como la candela pegando de uno y otro pueblo". Se verifica, en efecto, su iniciación en el pueblo de Marías y su in– mediata difusión a Chuquis, Chupán, Rondos y hasta los más ale– jados parajes. Figuran en los autos la lista completa de los pue– blos alzados y de los reos, en su casi totalidad indios que declaran por intérprete y algunos con nombres españoles, como Santiago Es– pinoza, Mariano Herrera, Nicolás Quijano; mestizos, en listas sepa– radas, que declaran no saber castellano y no pocos forasteros indí– genas. No faltan testigos soldados, vecinos criollos y algunos na– turales de los Reinos de España, radicados en el pueblo de Aguami– ro y otros- de la Provincia. Se comprueba, asimismo, que hasta los soldados del Regimiento estaban parcializados y habían fugado; y a la Uegada del Coronel, el .propio Alférez Real no colaboró a los pla– nes defensivos y las mujeres apedrearon a esa autoridad militar. Los agravios que alegan los indios son los genéricos de la re– belión, fundamentalmente las "mitas" en velas, leña, ganado lanar

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