Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución de Huánuco, Panatahuas y Huamalíes de 1812

L ELLA DUNBAR TEMPLE y mular, y los excesos de las autoridades, pero las motivaciones pro– fundas exceden el marco de esas ya clásicas protestas de todos los alzamientos y motines indígenas y mestizos, porque comportan un haz de intereses y rencores y aún de nostálgicos atavismos, ,entre– mezclados y alentados por los instigadores huanuqueños. Se acusa en estos procesos, como en los seguidos a los rebeldes huanuqueños, la empecinada odiosidad de los insurrectos, criollos, mestizos e indios, contra los europeos o chapetones. Los indios dis– tinguen los matices clasistas, ya de tono oficial desde fines del siglo XVIII, de la distinción entre europeos españoles y europeos ameri– canos. No embargante, hay en estos autos reveladores testimonios, que se reiteran en otras piezas de los procesos; indicativos de que a las veces los unificaban en sus rencores, amenazando con matar a los blancos europeos y americanos; lo que podría condicionar un sin– gular matiz racista o indianista en su insurgencia. Como contra– punto de esta posición no faltan datos que comprueban similar con– tenido clasista en el lado de los rebeldes "americanos", como la de– claración atribuida al P. Ayala en ' el sentido de que sólo quedarían criollos en ·el Reino. Empero, los intereses se coaligan cuando se trata de terminar con los chapetones. Las instigaciones de todos los caudillos iban directamente enderezadas a esa mira y en estos autos el material info1·mativo al respecto es asaz considerable. El cura Manuel Herrera, nativo de la ciudad de Huánuco, aleccionaba a la indiada con la especie de que los chapetones habían usurpado el Reino y s,e apoderaban de todo. Otros testimonios imputan a los europeos españoles el haber impuesto tres siglos de esclavitud y ago– biado de tributos a los habitantes. Como otro hito descollante, aparece también en estos autos el mito del Inca, éncarnado en un indio de Margos o de Yanas, el men– tado D. Romualdo Inga; y se insiste, igualmente en la llegada del Rey Castelli, o Castell Inga, por la ruta de la montaña real de Huá– nuco o "por Huarapa", a libertar a los oprimidos indios. Se entre– mezcla algunas veces la figurn del caudillo bonaerense con la de Cres– po y Castillo y se habla del "Rey de Huánuco Castillo". Ese tema de Castelli se mueve con persistencia para alentar a la indiada y se presenta a ese caudillo como el exterminador de los europeos chape– tones y el redentor de los cautivos americanos e indios. El Pres– bítero Ayala afirmaba qu.e "Castell Inga" tenía su tambo en Hua– rapa y ordenaba degollar a los europeos. Domingo Berrospi, tran– seúnte en la Provincia, advertía a los indios que no pagaran tributo porque venía "Castell Inga", ya no había Rey, Intendente, ni jueces, y que él les avisaría su llegada para que lo recibiesen "con mitas". La figura de Castelli se adapta también al carácter pl'evalente de la in-

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